viernes, 9 mayo 2025
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Jaime Berdejo: “La violencia de género en la vejez ha sido una realidad silenciada”

A sus 68 años, Jaime Berdejo es un ejemplo de que no es tarde para reinventarse. El zaragozano presenta su tesis doctoral centrada en el impacto de la violencia de género en el deterioro cognitivo de las mujeres: “Existe una relación directa y significativa entre haber sufrido violencia de género y presentar deterioro cognitivo, especialmente cuando la violencia ha sido crónica, severa o reiterada”, expone en esta entrevista

Pregunta.- Háblenos de Cicatrices invisibles: el legado del maltrato en la vejez de las mujeres. ¿En qué momento decide centrar su tesis doctoral en esta temática?

Respuesta.- Mi tesis doctoral nace de una preocupación profunda por una realidad que muchas veces pasa desapercibida: los efectos duraderos del maltrato en las mujeres mayores. A lo largo de mi trayectoria, he comprobado cómo muchas mujeres llegan a la vejez con secuelas invisibles que afectan su salud emocional, social y también cognitiva. Pero sin duda, una motivación clave ha sido la influencia de mi tutora, la doctora Emilia Serra, catedrática de Psicología del Desarrollo en la Universidad de Valencia, experta en maltrato y buentrato en las mujeres. Su mirada sensible y rigurosa, así como su obra —especialmente el libro Amores dependientes, donde analiza cómo los sistemas de apego influyen en nuestras relaciones adultas— fueron decisivos para que entendiera que la violencia de género tiene raíces profundas y consecuencias que se arrastran durante toda la vida. Cicatrices invisibles es un intento de dar voz y visibilidad a esas huellas que no siempre se ven, pero que siguen condicionando la vida de muchas mujeres mayores.

P.- El trabajo analiza ocho estudios para profundizar en el impacto que la violencia de género tiene en el deterioro cognitivo de las mujeres. ¿Qué conclusión común a estos trabajos podemos extraer?

R.- La conclusión más clara es que existe una relación directa y significativa entre haber sufrido violencia de género y presentar deterioro cognitivo, especialmente cuando la violencia ha sido crónica, severa o reiterada. Todos los estudios coinciden en que las funciones cognitivas más afectadas son la memoria, la atención, las funciones ejecutivas y la velocidad de procesamiento. Además, el estrés crónico y la presencia de trastornos como el TEPT, la ansiedad o la depresión actúan como mecanismos que agravan este deterioro.

P.- ¿Hablamos de consecuencias neuropsicológicas alarmantes? ¿Puede detallar las más evidentes?

R.- Sí, podemos hablar de consecuencias preocupantes que afectan directamente a la calidad de vida y la autonomía de las víctimas. Entre las más evidentes están la pérdida de memoria, especialmente la memoria de trabajo y la memoria episódica; la dificultad para mantener la atención; una reducción en la velocidad para procesar información, y alteraciones en la capacidad para planificar, tomar decisiones o resolver problemas. Estas funciones son básicas para desenvolverse en la vida diaria, por lo que su deterioro puede limitar gravemente la independencia de las mujeres mayores.

P.- Con los datos que ha contrastado, ¿qué utilidad práctica podría tener la tesis en este tema? Es decir, ¿cómo podría ayudar a la toma de decisiones de cara a combatir este grave problema social y de salud pública?

R.- Esta tesis pretende ser una herramienta para que las instituciones y profesionales comprendan que la violencia de género deja secuelas cognitivas que deben ser evaluadas y tratadas. La utilidad práctica reside en tres ámbitos: primero, visibilizar este problema para que se incluya en protocolos de atención a víctimas; segundo, promover la incorporación de pruebas neuropsicológicas en los servicios sociales y sanitarios; y tercero, apoyar el diseño de políticas públicas que contemplen la rehabilitación cognitiva como parte del proceso de recuperación integral de las mujeres afectadas.

P.- Hace alusión a la finalidad de impulsar el desarrollo de estrategias clínicas, legales y de políticas públicas más efectivas. En su opinión, ¿hacia dónde deben dirigirse y en qué pilares deben sustentarse dichas estrategias para mejorar su efectividad? ¿Diría que la prevención es la clave para atajar este problema?

R.- Las estrategias deben basarse en un enfoque integral que combine atención médica, psicológica, neuropsicológica, legal y social. Es esencial formar a los profesionales en la detección temprana del deterioro cognitivo en víctimas y garantizar el acceso a servicios especializados, especialmente para mujeres mayores en situación de vulnerabilidad. Y sí, la prevención es clave: hay que romper el ciclo del maltrato desde edades tempranas, pero también prevenir el agravamiento de sus secuelas en la vejez, promoviendo entornos seguros y redes de apoyo eficaces.

P.- En la tesis hace referencia a la importancia del apoyo social a la víctima ¿Cómo deberían articularse o en qué deben consistir esas redes de apoyo?

R.- Las redes de apoyo deben ser accesibles, sostenibles y culturalmente sensibles. Esto incluye tanto recursos formales –como servicios sociales, atención psicológica, centros de día con programas de estimulación cognitiva– como informales: familia, vecinas, amigas, asociaciones. Es crucial que estas redes estén coordinadas y que las mujeres mayores no se sientan solas o estigmatizadas al pedir ayuda. La comunidad juega un papel fundamental, especialmente en contextos donde las víctimas han vivido en aislamiento durante años.

P.- Su trabajo resalta la urgencia de integrar un enfoque interdisciplinario en la atención a las víctimas de violencia de género. ¿Ha constatado, a través de estas investigaciones, que las secuelas neuropsicológicas no se tienen en cuenta en los estudios sobre esta materia?

R.- Efectivamente. La mayoría de investigaciones sobre violencia de género se han centrado en las consecuencias físicas y emocionales, dejando en segundo plano las neuropsicológicas. Sin embargo, estas secuelas son igual de importantes, porque afectan directamente la funcionalidad y la capacidad de recuperación. Por eso insisto en que hace falta un cambio de paradigma que incluya la evaluación cognitiva en los programas de atención y recuperación. Solo así podremos hablar de una intervención verdaderamente integral.

P.- Desde su conocimiento, ¿de qué manera se puede fortalecer la resiliencia de las mujeres cuando han vivido situaciones de maltrato cronificadas con el objetivo de que puedan disfrutar de un envejecimiento saludable?

R.- Fortalecer la resiliencia requiere trabajar desde varios frentes: terapias centradas en el trauma, programas de estimulación cognitiva, participación en actividades comunitarias significativas y acompañamiento emocional continuo. También es fundamental empoderarlas, ayudarlas a resignificar su historia y construir una narrativa vital que no esté dominada solo por el dolor. La autoestima, el sentido de pertenencia y la posibilidad de decidir sobre su vida son pilares fundamentales para un envejecimiento saludable.

P.- La violencia de género a las mujeres mayores está adquiriendo tal relevancia que el último informe del Defensor del Pueblo se hizo eco de las numerosas quejas ciudadanas que recibió relacionadas, por ejemplo, con el trato que reciben las víctimas de esta edad en los procesos administrativos o las dificultades para acceder a las ayudas. ¿Está de acuerdo en que durante mucho tiempo no se ha tenido en cuenta a las mujeres mayores al hablar de este tipo de violencia? ¿Podemos ser “optimistas” al respecto de que ya no se le dé la espalda y se esté hablando de este problema?

R.- Totalmente de acuerdo. Durante mucho tiempo, la violencia de género en la vejez ha sido una realidad silenciada, tanto por estereotipos de género como por prejuicios sobre la edad. Se ha asumido, erróneamente, que la violencia termina con la juventud o que las mujeres mayores ya «no están en riesgo», lo cual es falso y peligroso. Afortunadamente, estamos empezando a ver un cambio. El hecho de que instituciones como el Defensor del Pueblo o congresos científicos le den visibilidad es un paso importante. Podemos ser moderadamente optimistas, siempre que este reconocimiento se traduzca en acciones concretas, con recursos suficientes y políticas sensibles a la edad y al género.

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Marta S. Massó
Marta S. Massóhttps://entremayores.es/
Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Cubre la información de nacional de entremayores y la edición de Galicia.

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