El envejecimiento de la población y el fin del ‘superciclo’ recaudatorio ponen en riesgo la estabilidad fiscal
España ha vivido una etapa excepcional de recaudación y reducción del déficit, impulsada por el empleo y la inmigración. Pero esta fase se agota: el envejecimiento presiona el IRPF, el gasto en pensiones aumentará y el nuevo ciclo presupuestario exigirá reformas para sostener las finanzas públicas. Así lo analiza el último Cuadernos de Información Económica, publicación editada por Funcas.
El número analiza el reto de la sostenibilidad fiscal desde una perspectiva amplia -cómo equilibrar crecimiento, disciplina y adaptación estructural- y ofrece un diagnóstico del estado de la economía española y europea ante un nuevo ciclo presupuestario. En su artículo, Antonio Fatás advierte de que sostener las finanzas públicas exigirá reformas estructurales que impulsen el crecimiento y refuercen la credibilidad fiscal en un entorno macroeconómico menos favorable. El gasto asociado al envejecimiento aumentará más de cinco puntos del PIB de aquí a 2070, mientras que el crecimiento potencial seguirá limitado por la baja productividad y por el envejecimiento de la población activa.
Fatás recuerda que, más allá del déficit de cada año, lo decisivo es el crecimiento potencial, el diferencial entre tipos de interés y PIB, y la solidez de las instituciones fiscales. Las economías que crecieron sobre bases sólidas -no sobre crédito fácil ni estímulos temporales- pudieron sostener niveles de deuda más altos a menor coste. Su análisis plantea que la sostenibilidad es, sobre todo, un fenómeno político: las reglas fiscales solo funcionan si proyectan expectativas creíbles a largo plazo.
Santiago Lago constata una mejora del déficit público en 2025 gracias al vigor de la recaudación y a la contención relativa del gasto, en una fase de inercia sin precedentes: por segundo año consecutivo no se aprueban nuevos Presupuestos Generales del Estado. La coyuntura económica favorable ha impulsado la recaudación tributaria (+10% interanual), permitiendo reducir el déficit y la deuda pública. Pero el autor advierte del riesgo de complacencia: buena parte del ajuste es coyuntural y depende de una recaudación excepcional, no de una consolidación estructural. Si el déficit total observado en 2025 va a caer entre 4 y 7 décimas respecto al ejercicio anterior, al menos tres cuartas partes se deberán a una coyuntura económica muy favorable que, muy improbablemente, podrá mantenerse hasta 2029. La prórroga presupuestaria se ha convertido, señala, en un freno menor al gasto, pero también en una renuncia a planificar el futuro fiscal del país. A partir de 2027, se requerirán ajustes estructurales de unas cuatro décimas del PIB anual para cumplir con las nuevas reglas fiscales europeas.
La advertencia enlaza con el análisis de Desiderio Romero-Jordán, que examina los récords consecutivos de recaudación -especialmente en IRPF, IVA y sociedades- impulsados por el empleo y los beneficios empresariales, pero también las sombras que proyecta el cambio demográfico. El envejecimiento ya ejerce una presión negativa sobre el IRPF, que aumentará en los próximos años, y al mismo tiempo elevará el gasto en pensiones, comprometiendo la estabilidad si no se amplía la base fiscal. La inmigración puede mitigar parcialmente esta presión, aunque no la resuelve: será necesario, al menos, un trabajador inmigrante por cada nueva jubilación solo para mantener la recaudación del impuesto. El diagnóstico de Romero-Jordán es nítido: el viento de cola de la recaudación no puede ocultar el temporal demográfico que se aproxima.
Respecto a los factores financieros que condicionan la sostenibilidad fiscal, el Área Financiera y de Digitalización de Funcas apunta que, tras ocho recortes consecutivos, el BCE se enfrenta al dilema de sostener el crecimiento sin debilitar su credibilidad antiinflacionista. La inflación converge al 2%, pero seguir bajando los tipos aportaría ya un estímulo marginal y, probablemente, contraproducente: reactivaría el endeudamiento público, distorsionaría las señales del mercado y erosionaría la credibilidad antiinflacionista. De hecho, el repunte de los precios de los servicios y de los salarios apunta a que el próximo movimiento, a medio plazo, podría no ser un recorte, sino incluso una subida. El desafío ahora es ajustar los tipos a la vez que se reduce el balance y se retira liquidez de forma gradual, sin poner en riesgo la recuperación.
