Carlos Soto, uno de los fundadores del prestigioso y reconocido grupo musical 'Celtas Cortos' que en los 90 “contó un cuento” o habló de “tiempos inciertos” a toda una generación, cambió su vida hace ya diez años al trasladarse a vivir a un encantador pueblo en la provincia de Valladolid, San Miguel del Arroyo. Allí, contra todo pronóstico de lo que dictan los cánones, estereotipos y principios empresariales y comerciales, decidió montar un estudio de grabación musical: 'El Círculo Mágico' y, por casualidades o curiosos designios del destino, acabó también dirigiendo el coro local, 'Pinares de Castilla'.
Esta decisión y traslado supuso seguramente para Carlos un giro radical que le aportó una nueva vida, plena y muy positiva. Y una gran sorpresa: se encontró con que mucha gente del municipio resultó ser gran amante de la música. No en vano y, entre otras actividades culturales y artísticas, en la localidad se había formado la 'Asociación Músico-Vocal Pinares de Castilla', con un coro que, casualmente, a la llegada de Carlos, se había quedado sin director. Circunstancias del destino o casualidad, el caso es que, él y su compañera, María Desbordes, se hicieron cargo del grupo de cantantes.
El resultado, espectacular: “La formación musical de las personas que componen el coro, su amor por la música, en definitiva, nos vino muy bien a mí y a Cristina”, explica Carlos, “para avanzar, disfrutar, compenetrarnos, conocerlos a fondo a todos, algo que, además”, comenta, “nos hizo entrar por la puerta grande, quitarnos miedos e integrarnos, sobre todo, con las personas mayores de la localidad, que en el coro son mayoría”. Y que, dice con mucho cariño e hilaridad: “Son las que mandan”. Para ello, le sirvió sin duda no sólo su experiencia y trayectoria como músico reconocido, sino también el apoyo y labor de su compañera María, música bretona, hija a su vez de músico del mismo origen y también director de un coro multitudinario con quien el de Pinares de Castilla se ha hermanado.
TESTIMONIOS ELOCUENTES
Los testimonios de las personas que componen el 'Coro Pinares de Castilla' dotan a este proyecto de un carácter no solo musical, sino también intergeneracional. Y es que, el afán por saber, por conocer, por disfrutar y un espíritu activo, dinámico, son parte imprescindible en todas las personas, muchas ellas mayores, que quieren cantar con Carlos y María Desbordes, co directora del grupo.“Desde que estoy en el coro no paro, me da la vida, literalmente”, comenta Carmen Mesón, de 83 años, que explica que “siempre me gustó mucho la música y cantar, y cuando me enteré que había llegado Carlos a hacerse cargo del coro en el pueblo, me apunté, casi por probar y me encantó.
Y desde entonces, ahí seguimos, en la brecha”. Lo cuenta encantada, reconociendo que, “mi marido murió jóven y aún tiempo después, en los últimos años, se me estaba haciendo muy cuesta arriba asumirlo”. Sin embargo, insiste en que, desde que entró en el coro, hace cinco años, “Carlos y María son maravillosos. Me generan mucha ilusión en la vida. Estoy muy contenta y con ganas de ensayar, de salir, de ir de concierto. Estas navidades no paramos. Ahora haremos varios ensayos y después a cantar en público. Estoy muy agradecida”. En 2012 el coro publicó un primer CD musical. A finales de 2017, el segundo. Un trabajo, este último, que pudieron presentar en multitud de localidades de Castilla y León y que se unió a las actuaciones de villancicos que tuvieron en Navidad.
TRASCENDENCIA
En la actualidad componen el coro 40 personas de diferentes pueblos de la Tierra de Pinares: Santiago del Arroyo,Camporredondo, Montemayor de Pililla, el propio San Miguel “y hasta gente que viene desde Valladolid”, asegura orgulloso Ignacio Bustamante, de 82 años, uno de los más veteranos: quince años cantando. “Comenzamos en Santiago del Arrollo, siendo nueve personas. Entonces los de San Miguel se enteraron, les entró el gusanillo, nos llamaron, les gustó y se apuntaron. Llegamos a ser 20 enseguida, con gente de otros pueblos de alrededor. Y esto va a más, ¡trasciende los límites del pueblo!”, dice Ignacio, recordando la gira de presentación de su segundo CD. “Nos vamos de gira y nos olvidamos de las preocupaciones. Es algo muy positivo a nivel físico y mental, para cultivar la amistad, el contacto y el compañerismo. Nos lo pasamos muy bien”.
El factor que los une, añade sin dudar, “es una amistad inmediata”. E, insiste en que, “lo curioso es que somos de edades distintas y, si bien la mayoría tenemos más de 60 años, también hay jóvenes y menores de edad”. Ignacio concluye rotundo: “es muy importante cómo nos influye el contacto intergeneracional. Aprendemos mutuamente y compartimos experiencias. Y a los que somos mayores, nos aporta en todos los sentidos, no solo en lo musical. Nos relacionamos, aprendemos canciones, memorizamos, tenemos vida social… Y lo mejor, termina entusiasmado, “es que tenemos dos directores, Carlos y María, estupendos y maravillosos. No sólo por lo que saben y lo profesionales que son, sino por la paciencia que tienen, por cómo nos educan el oído, la voz y la visión de vida que nos aporta, la ilusión y la pasión que nos transmiten por la música”.
LOGRO INTERGENERACIONAL
En ese sentido, Carlos dice que “dirigir este coro es una experiencia intergeneracional, no solo musical”, de la que también valora enormemente la capacidad de generar sinergias: “para nosotros, que llegábamos nuevos al pueblo, fue una magnífica entrada en él, ya que así conocimos a las personas más mayores y nos integramos rapidamente...Creo que les hemos aportado una actividad cultural regular a lo largo del curso, además de un marco de relación social e intergeneracional que les permite convivir y tener un proyecto en común con personas de otros pueblos y de otras edades”.
Y es fiel defensor de las virtudes de la música que, comenta, ve cada día en su actividad: “ayuda al desarrollo y fluidez en el lenguaje, además del desarrollo del pensamiento, y fomenta valores como el amor, la tolerancia, el respeto por la vida, la perseverancia, la honestidad, la convivencia y la comprensión. Potencia además los vínculos de integración y solidaridad entre los pueblos y, para mí, que soy músico profesional, supone también una lección diaria comprobar el esfuerzo y la disposición de todos ellos por la satisfacción de cantar juntos, por el simple y grandioso placer de la música”. Casi nada.