La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó, a mediados de enero, un informe de referencia sobre la Década del Envejecimiento Saludable 2021-2030. En él, se abordan varias cuestiones en las que se analizan el presente y el futuro del buen envejecer y la forma de hacerlo, aunque de forma muy vaga.
En este sentido, hay que recordar que en el mundo hay más de 142 millones de personas mayores que no pueden satisfacer sus necesidades básicas –capacidad funcional–, lo que debería empujar a los distintos gobiernos a emprender acciones para mejorar ese dato, acciones que no están exentas de ser económicamente caras. De los datos que maneja la OMS se puede extraer que aunque no hay mucha diferencia entre hombres y mujeres de entre 60 y 80 años para satisfacer sus necesidades, esa capacidad funcional cambia a partir de los 80: hay más probabilidades de que las mujeres de edades avanzadas vivan solas en condiciones de pobreza.
En cuanto a la situación actual, se ha podido constatar una amplia diversidad de capacidades físicas –intrínsecas– entre lo que denominamos “personas mayores”. Esto es, hay personas de edades avanzadas –más de 90 años– que manifiestan la misma forma física y cognitiva que otras de edades comprendidas entre los 60 y los 64. De este dato, la OMS interpreta, por un lado, que las mermas que se producen conforme avanza la edad no son inevitables; y por otro, que los mayores no son un grupo homogéneo: “Las diferencias entre hombres y mujeres, y entre las personas mayores en general, deben examinarse cuidadosamente y evaluarse en cuanto a si se relacionan con la morfología o dependen de los determinantes sociales del envejecimiento saludable”, puntualiza.
En cuanto a los entornos, la OMS admite que es complicado establecer una comparativa a causa de la diversidad geográfica, pero recuerda que es posible parametrizar la adecuación de los espacios a las personas mayores, uno de los grandes objetivos de la Década del Envejecimiento Saludable. En este punto, el informe señala que “la reducción de la brecha digital, sobre todo en zonas rurales, permitirá que un mayor número de personas mayores puedan utilizar información en tiempo real para cuidar de sí mismos o de otros”.
OBJETIVO 2030
Para poder evaluar el progreso por países, cada uno de los territorios deberá aportar datos sobre diez indicadores. Entre otras cuestiones, estos indicadores valoran la legislación contra el edadismo, si las ciudades están adaptadas para las personas mayores o la calidad de la atención sociosanitaria y de larga duración. Pero el más importante de ellos es el de la esperanza de vida sana (EVS), es decir, los años de vida que se pasan con buena salud, que hace referencia a aquella frase tan famosa de “añadir vida a los años”.
La OMS explica que entre el año 2000 y el 2019, la esperanza de vida aumentó mucho más rápido que la EVS, lo que significa que, aunque vivamos más años, los vivimos peor. “Independientemente de si esta brecha aumenta o disminuye, la importancia de optimizar la capacidad funcional sigue siendo relevante para todos los mayores. Los entornos propicios pueden mejorar las capacidades de todas las personas mayores y mitigar las mermas de la capacidad intrínseca que probablemente experimentarán muchas personas mayores, aunque no todas”, reza el informe.
Para lograr los objetivos propuestos, la OMS advierte que no hay que centrarse estrictamente en la salud: “También se necesita tener en cuenta los determinantes sociales, biológicos, económicos y ambientales del envejecimiento, y también a lo largo de la vida”.
CUATRO ÁMBITOS DE ACTUACIÓN
Para la OMS, la pandemia no ha hecho más que ratificar la necesidad de “un enfoque, una inversión y una acción” para fomentar el envejecimiento saludable que tiene por base cuatro pilares –ámbitos de actuación–: cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar ante la edad y el envejecimiento; proporcionar una atención integrada y centrada en la persona, así como servicios de atención primaria de la salud en los que se tengan en cuenta a las personas mayores; velar porque las comunidades se desarrollen de manera que fomenten las capacidades de las personas mayores y proporcionar acceso a la atención de larga duración a las personas mayores que la necesiten.
ESCENARIO PREVISTO
Desde la propia concepción de la Década del Envejecimiento Saludable, la OMS contempló tres escenarios (deterioro, estancamiento o mejora) que se pueden producir como consecuencia de las acciones que se lleven a cabo en esta área, pero solo uno de ellos se puede materializar en 2030.
De los tres, el último, el de mejora, es el que los países se han comprometido –hay que recordar que no lo han hecho de forma vinculante– a cumplir a lo largo de estos diez años. Esto implica una mejora significativa en las capacidades intrínseca y funcional de los senior, con un repunte tras la pandemia y un mejor acceso a los servicios. Este escenario, además, tiene las siguientes características:
• La atención integrada y centrada en la persona, así como la atención crónica, se desarrollan como parte de la cobertura sanitaria universal.
• Las actitudes hacia las personas mayores cambian positivamente.
• Una recuperación más rápida de la pandemia con respuestas inclusivas, con el fin de mitigar los trastornos de la crisis sanitaria.
• Mejoras aceleradas en la participación significativa e inclusiva de las personas mayores.
• Los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado trabajan juntos para optimizar la capacidad funcional.
• Una mejor distribución de las inversiones y de los progresos mundiales.
Con todos estos datos en la mano, la OMS plantea que “los niveles actuales de progreso, así como las mejoras que nos hemos comprometido a lograr para 2030, convergen en la importancia de acelerar las acciones y el impacto”.