Arturo X. Pereiro / Director de la Cátedra Cruz Roja USC
Pereiro: “Es necesario promover una cultura del cuidado más abierta, donde envejecer se viva como una etapa de valor”

Pregunta.- La Cátedra Cruz Roja USC tiene una trayectoria a sus espaldas de casi diez años, pero usted mismo respondía a una pregunta de este periódico hace algún tiempo que “todavía era joven para hacer un balance sobre su valor añadido”. ¿Cuál ha sido la constante que han mantenido en este tiempo y que marca los objetivos de trabajo de la cátedra?
Respuesta.- Desde su inicio, la constante ha sido situar a las personas mayores en el centro de la acción, la investigación y la reflexión. No como objeto de estudio, sino como sujetos activos de derecho, con voz propia. Durante estos años, hemos trabajado para visibilizar la realidad de las personas mayores desde una mirada integral, fundamentada en la evidencia científica. Nos guía la convicción de que mejorar la calidad de vida de las personas mayores no es un reto sectorial, sino que debe ser fruto del esfuerzo colectivo. Y esa ha sido, sin duda, la línea que ha vertebrado todas nuestras iniciativas.
P.- Es evidente que este reto de mejorar la calidad de vida de las personas mayores es amplio y tiene que pasar por numerosas vías: investigación, difusión… y, también, concienciación social. ¿Diría que la sociedad, si hablamos de Galicia, ya está entendiendo por fin el envejecimiento como una oportunidad, y no bajo esa connotación negativa que ha tenido durante mucho tiempo?
R.- Estamos avanzando, sí, pero aún queda camino por recorrer. La mirada sobre el envejecimiento en Galicia está cambiando, en parte porque ya es una realidad que es difícil negar: vivimos en una de las regiones más envejecidas de Europa. Pero no debemos quedarnos instalados en el dato. Debemos transformar esa evidencia en una oportunidad para repensar y explorar nuestros modelos sociales, relacionales y asistenciales. El envejecimiento activo, la participación, el talento sénior… son conceptos que empiezan a calar, pero todavía es necesario desterrar prejuicios y promover una cultura del cuidado más abierta, donde envejecer se viva como una etapa de valor, no exclusivamente de pérdida. En este sentido, por ejemplo, organizamos en julio en Lugo el curso de verano USC ‘Envejecimiento: ganancias y resiliencia’ para poner en valor los aspectos positivos de envejecer.
P.- Al hilo de esa “oportunidad”, y si ponemos la vista en la formación, ¿de qué manera impulsan, desde la Cátedra, proyectos de investigación que giran en torno al envejecimiento?
R.- Desde la cátedra entendemos la investigación y la formación como herramientas imprescindibles para hacer contribuciones a la mejora de la calidad de vida de las personas mayores. Este curso académico, por ejemplo, para los premios que otorgamos tanto a los trabajos académicos de fin de grado o de master, y las investigaciones presentadas en congresos como el de la Sociedade Galega de Xerontoloxía y Xeriatría o la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología deberán justificar con claridad el marco teórico, las herramientas utilizadas y las conclusiones que evidencien cómo sus resultados contribuyen a dicha mejora, independientemente de su disciplina de origen. Además, impulsamos proyectos de aprendizaje-servicio que fomentan las relaciones intergeneracionales, caso de la iniciativa ‘Interdixitais’25’ que promueve el aprendizaje digital de personas mayores del ámbito rural a través de los conocimientos de estudiantes de tres grados diferentes de la Universidad de Santiago de Compostela. Y, con el objetivo de que la investigación trascienda el ámbito académico, hemos colaborado en proyectos formativos internos con empresas, caso del realizado en supermercados de proximidad para conocer factores que influyen en la experiencia de compra de las personas mayores, y extraer lecciones cómo generar entornos más inclusivos.
P.- ¿En qué áreas diría que es importante fortalecer el conocimiento de la sociedad si hablamos de las personas mayores? Es decir, ¿qué temas siguen teniendo un cierto tabú y diría que es importante que se hable de ellos?
R.- Todavía existen muchos silencios en torno a la vejez. La sexualidad, por ejemplo, sigue siendo un tema tabú. También lo son el duelo, la salud mental, el suicidio, la pobreza, la soledad, o incluso la diversidad dentro del propio colectivo. Precisamente, el año pasado abordamos el tema de la diversidad durante el envejecimiento en varias acciones formativas y divulgativas de la cátedra. Con demasiada frecuencia se tiende a homogeneizar a las personas mayores, cuando en realidad hay tantas vejeces como personas. Es fundamental generar espacios para hablar abiertamente de estos temas, romper estigmas y fomentar una imagen más realista y plural del envejecimiento.
P.- A pesar de que es un colectivo muy numeroso, y más en una región como la gallega, los mayores siguen siendo vulnerables. ¿Está de acuerdo en que en los últimos años estamos asistiendo a un empoderamiento de las personas mayores?
R.- Estamos ante una generación de personas mayores que reclama protagonismo, que tiene voz, experiencia y capacidad de propuesta. Muchas de ellas participaron activamente en la construcción del estado del bienestar y hoy quieren seguir contribuyendo a la sociedad. Desde la cátedra, aun reconociendo que existen situaciones de fragilidad, creemos que hablar de “las personas mayores” como un colectivo vulnerable de forma generalizada refuerza estereotipos y eclipsa la enorme diversidad interna. No todas las personas mayores son vulnerables, ni mucho menos pasivas: muchas son activas, autónomas, con gran capacidad de decisión y participación. Más que considerarlas intrínsecamente vulnerables, deberíamos hablar de contextos o situaciones que generan vulnerabilidad –como la soledad, la pobreza o la falta de apoyos– y trabajar para eliminarlos. Cambiar el enfoque es clave si queremos avanzar hacia una sociedad verdaderamente inclusiva para todas las edades.
P.- Ejemplo de esta participación, por ejemplo, es el estudio ‘El supermercado de proximidad. La experiencia de compra de las personas mayores en Galicia’, que impulsaron junto a Vegalsa-Eroski. ¿Cuál ha sido la utilidad de esta investigación? Es decir, ¿en qué sentido práctico han servido los resultados del estudio?
R.- Este estudio es un buen ejemplo de cómo la investigación puede tener efectos concretos y transformadores. El estudio permitió identificar las barreras que enfrentan algunas personas mayores durante su experiencia de compra en supermercados, abarcando aspectos como la accesibilidad física, la calidad de la atención al cliente y la adaptabilidad de los servicios. A través de la participación activa de más de 500 personas, incluyendo tanto consumidores como empleados, pudimos obtener una visión detallada acerca de cómo los supermercados podrían adaptar mejor sus servicios a este colectivo. Uno de los resultados más destacados fue la identificación de problemas de accesibilidad, como la dificultad para leer etiquetas, alcanzar productos en estanterías altas o utilizar las tecnologías en los procesos de pago. A partir de estos hallazgos, colaboramos con Vegalsa-Eroski para desarrollar un Decálogo de Buenas Prácticas de Atención a Personas Mayores, que ya se está implementando en sus establecimientos. Este decálogo incluye medidas como la mejora de la comunicación con los clientes, la creación de un ambiente más accesible y la oferta de una atención personalizada más empática y proactiva. Además, la cátedra colaboró posteriormente en una experiencia de compra inmersiva realizada en supermercados de proximidad de Eroski Center, en la que el personal de la tienda utilizó trajes adaptados para simular las limitaciones físicas y sensoriales del envejecimiento. Esta actividad va dirigida a sensibilizar al personal de la empresa acerca de las dificultades que enfrentan las personas mayores, favoreciendo el desarrollo de actitudes que favorecen un trato más adecuado a estas personas. En términos prácticos, la investigación ha servido no solo para mejorar la experiencia de compra, sino también para sensibilizar sobre la importancia de crear entornos más inclusivos y accesibles para las personas mayores, contribuyendo a una sociedad más equitativa y consciente de las necesidades de este colectivo.
P.- Esta experiencia es un ejemplo de la promoción de sinergias que impulsan desde la cátedra entre la comunidad académica y el tejido socioempresarial gallego. ¿Podría decirse que esta es, quizá, una de sus fortalezas? En este proceso de contactar con las entidades para poner en marcha una investigación junta, ¿cuál es el papel de la cátedra?
R.- Efectivamente, una de nuestras fortalezas es tender puentes. Nos situamos como un nodo de conexión entre la universidad, el tercer sector, las instituciones y el ámbito empresarial. Escuchamos, proponemos, acompañamos y damos forma a ideas que nacen de necesidades reales. La cátedra actúa como facilitadora, capaz de traducir las inquietudes del territorio en preguntas de investigación, y busca que los resultados reviertan en mejoras tangibles. En este sentido, parte importante de nuestros esfuerzos se dirigen a promover colaboraciones no sólo con la empresa o las instituciones, también con otros sectores como el cultural. Así, por segundo año consecutivo, estaremos, en el festival cinematográfico internacional ‘Cortocircuito’ con una sección especial centrada en las personas mayores.
P.- Desde la cátedra, ¿se plantean próximas experiencias similares a esta a lo largo del año?
R.- Sí, tenemos varias iniciativas alineadas con esta lógica de colaboración, las cuales se desarrollan bajo el marco de la innovación continua y una escucha activa a las necesidades y cambios del entorno. Creemos que la capacidad de adaptación es fundamental, no solo para responder a los desafíos actuales, sino también para anticiparnos a las nuevas realidades y dinámicas sociales, económicas y tecnológicas. Una de las claves para el futuro de la cátedra es la consolidación de líneas estratégicas que ya se han venido implementando. Esta consolidación permite dar continuidad a las acciones en curso, asegurando que la investigación, la formación y la transferencia de conocimiento sigan siendo áreas prioritarias. Más allá de las iniciativas individuales, es esencial mantener un enfoque coherente y a largo plazo, que garantice el impacto real y sostenido de nuestras actividades. En este sentido, las experiencias pasadas y los proyectos que hemos impulsado en los últimos años no solo deben mantenerse, sino que deben ser fortalecidos. El impacto acumulativo es uno de nuestros objetivos, ya que las acciones sostenidas y consistentes en el tiempo tienen un mayor potencial para transformar la sociedad. Estas experiencias deben contribuir a una transformación profunda y duradera, lo que solo se logra con la continuidad y el refuerzo de las acciones a mediano y largo plazo. En resumen, las iniciativas que están en marcha buscan no solo innovar, sino también consolidar un modelo de trabajo que nos permita tener un impacto tangible, medible y duradero en diversas áreas, como la educación, la sensibilización social, la investigación aplicada y la colaboración con el entorno social y empresarial. La clave está en mantener la coherencia de las acciones a lo largo del tiempo, mientras se va adaptando a las nuevas necesidades y contextos que surgen.
P.- Combatir la soledad no deseada es, quizá, uno de los retos por abarcar si hablamos de personas mayores. Desde su opinión, ¿cuáles cree que deben ser las estrategias que contribuyan a reducir estos índices de soledad entre los sénior?
R.- La soledad no deseada representa un desafío social multidimensional que requiere intervenciones sostenidas, fundamentadas en evidencia y adaptadas al contexto. Hay que abordarla desde múltiples frentes: programas comunitarios de acompañamiento emocional, redes de apoyo vecinal, intervención social combinada con atención psicológica, urbanismo inclusivo, iniciativas intergeneracionales, voluntariado, redes de proximidad o el uso de tecnología humanizada. Pero, sobre todo, debemos crear oportunidades para el establecimiento de vínculos significativos. Espacios donde las personas mayores se sientan reconocidas, útiles, conectadas. Y eso exige una mirada comunitaria, no asistencialista. La soledad no es solo ausencia de compañía; muchas veces es ausencia de sentido. Y es ahí donde debemos intervenir, desde el conocimiento real y profundo de la situación.