En Galicia ya hay 119.000 personas de 65 o más años viviendo solas; y la mayoría no lo ha elegido. En Vigo, esta cifra supera los 13.000 ciudadanos. Como en el resto de España, la soledad crece de forma silenciosa e invisible en las ciudades gallegas, pero también en los pueblos. A nuestra singular orografía y la disgregación rural se suma que la sociedad gallega es una de las más envejecidas del país.
Cumplir años aumenta la probabilidad de vivir en soledad, especialmente entre las mujeres. Y aunque vivir solo no significa sentirse solo, el 59% de las personas mayores que residen en hogares unipersonales han expresado tener sentimientos de soledad y aislamiento, según datos del Imserso y el CIS.
Pero los efectos de la soledad no deseada superan lo anímico, pudiendo perjudicar a la salud física y mental. En las personas mayores es factor de riesgo de depresión, deterioro cognitivo, pérdida de movilidad y enfermedades cardiovasculares, además de poder mermar los sistemas endocrino e inmune.
Son tan relevantes los efectos de la soledad en la salud que el concepto de soledad, tanto social como emocional, se utiliza como un indicador de la calidad de vida de las personas mayores.
Existen importantes recursos de las administraciones que mejoran la calidad de vida de las personas mayores –teleasistencia, servicios sociales, dependencia….–, pero no abarcan la parte afectiva y emocional, clave para su bienestar.
Por ello, en la Fundación Amigos dos Maiores, asentada desde hace un año en Vigo, luchamos contra la soledad de los senior con el fin de mejorar su calidad de vida a través del acompañamiento de personas voluntarias. Con esa visión complementaria entre lo afectivo, lo asistencial y lo científico, acabamos de firmar un convenio de colaboración con la Sociedade Galega de Xerontología e Xeriatría.
A diario los beneficios saltan a la vista con algo tan sencillo como una visita semanal de un voluntario –a domicilio o en residencia– o la participación del mayor en actividades grupales de socialización adaptadas a sus necesidades y que le permitan salir de su aislamiento.
En Vigo ya acompañamos a más de 20 personas mayores como Pilar, que dice “estar feliz” desde que Rosa, su voluntaria, llegó a su vida: “tener a alguien con quien salir de casa, pasear, tomar café y contarse cosas me hace ser otra persona”.
Mari Carmen es una de las voluntarias que realiza acompañamiento en residencia. Allí comparte unas horas con Gloria, cuya cara se ilumina cada martes cuando la ve llegar. Sin duda, recuperar las relaciones sociales está ayudando a mejorar la calidad de vida de las personas mayores solas; pero no es el único beneficio, porque si algo comparten todos los voluntarios es que reciben de los mayores infinitamente mucho más de lo que les dan.