‘A mi nieto’

Yo era, querido nieto, un pobre pescador en una angustiada, cansada y dura vida, perdido, o medio perdido entre las tinieblas de la indecisión y la penumbra de la soledad angustiosa de la edad madura. Me iba haciendo mayor y, aunque te esperábamos, no venías.
Pero, al fin, un día, un feliz día, llegaste tú, mi bien, y, cual luz del faro de la vida, iluminaste mi camino, diste vida a mi vida y desaparecieron esas nieblas y brumas que me atenazaban, me ahogaban... y empecé a vivir.
Tú fuiste esa luz que me resucitó a la ilusión y a la alegría. Por ti empecé a vivir de nuevo.
Gracias, mi luz, mi nieto querido.
Mil gracias. Tú sabes que te quiero.
El abuelo Ignacio.