miércoles, 16 julio 2025
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Un informe estima que una de cada cuatro mujeres mayores ha sufrido violencia machista a lo largo de su vida

El estudio becado por Emakunde apunta que en torno a 67.559 vascas que superan los 65 años han padecido algún tipo de maltrato a lo largo de su vida y, aproximadamente, 16.456 la están soportando en la actualidad
El informe Violencia de género y mujeres mayores en la comunidad autónoma de Euskadi: visibilizando una vulnerabilidad opaca estima que una de cada cuatro mujeres mayores de 65 años (un 23,4%) ha sufrido violencia de género a lo largo de su vida, y un 5,7% la sufren actualmente. Esto supondría que en torno a 67.559 mujeres mayores han sufrido algún tipo de violencia de género a lo largo de su vida y, aproximadamente, 16.456 la están sufriendo en estos momentos.

La semana pasada se presentó este estudio cuyo equipo investigador está formado por Iratxe Herrero Zarate, socióloga, gerontóloga y criminóloga; y Carlos Díaz de Argandoña Fernández, politólogo, agente de igualdad y formador en competencias para el desarrollo profesional y personal. Forman ambos un equipo que lleva colaborando 20 años en el ámbito de la investigación social aplicada y la formación, y que, actualmente, codirigen y-logika, consultora especializada en longevidad y personas mayores.

La directora de Emakunde, Miren Elgarresta, destacó la importancia de visibilizar la “especial vulnerabilidad de las mujeres mayores ante la violencia machista”, ya que “su visibilidad contribuye a la detección de casos y a facilitar su acceso a las a recursos especializados”. 

Elgarresta recordó que, a pesar “de que las mujeres mayores son diversas y no todas responden a un mismo perfil, se puede hablar de una especial vulnerabilidad debido a factores asociados a su edad”. Entre ellos, citó “que son mujeres que en su mayoría no han disfrutado de autonomía económica; han vivido en el pasado una época en la que debían pedir permiso a sus maridos para trabajar, para abrir una cuenta corriente o para salir al extranjero; en esa época la violencia contra las mujeres era un problema personal, de puertas adentro, y no, social como lo es hoy; y, en su mayoría, se han dedicado casi al completo al cuidado de las demás personas y sin espacios para el ocio y el disfrute personal”.

Entre las características singulares de las mujeres mayores de 65 que sufren violencia, el estudio señala también que son víctimas de violencia de muy larga duración; asumen y normalizan la violencia, adaptándose a ella; han asumido la obligación de mantener su rol de esposa y madre como elemento que define su identidad y su prestigio social, por lo que desvincularse de este papel supone para ellas una dificultad mayor; desarrollan un comportamiento de mayor aceptación de las experiencias vitales, conocido popularmente como «cultura del aguantar»; tienen un estado de salud físico y psicológico más deteriorado y una autopercepción de su estado de salud y de su imagen más negativa que otras mujeres de su edad; y presentan un mayor grado de aislamiento social.

Asimismo, la mayor parte de ellas se mantienen en la relación hasta que esta cesa por fallecimiento del hombre o de ellas mismas; visibilizan menos su situación y lo comunican menos a su entorno; y tienen una mayor dificultad para identificarse como víctimas, para reconocer su derecho a ser ayudadas y para solicitar ayuda de manera explícita.  

CARACTERÍSTICAS DEL MALTRATADOR
Los hombres mayores maltratadores también presentan características singulares, entre las que destacan la socialización patriarcal más intensa que han recibido en comparación con las generaciones más jóvenes, en un contexto social más permisivo que el actual con este tipo de violencia lo que ha contribuido a reforzar y legitimar sus comportamientos violentos. 

Además, con el paso de los años, cronifican su comportamiento violento y modulan el tipo de violencia ejercida en frecuencia e intensidad en función del cambio producido en sus capacidades físicas y cognitivas por el propio envejecimiento del organismo. 

Asimismo, la característica observada en los hombres maltratadores de mostrar una doble imagen pública y privada, que ha contribuido a ocultar su conducta violenta, adquiere un papel significativo en la vejez debido a la existencia de estereotipos de bondad o fragilidad asociados a las personas mayores que contribuyen también a invisibilizar sus comportamientos violentos en esta etapa de su vida.

RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ‘CUARTA EDAD’
El estudio destaca que las asociaciones tienen un papel importante en la respuesta social a estas víctimas mayores porque desempeñan varias funciones que resultan clave en la atención dada a estas mujeres: ofrecen espacios informales de interacción que permiten establecer los vínculos necesarios para crear un clima de confianza que facilite cualquier actuación dirigida a estas víctimas, tanto para identificar casos como para desarrollar actividades de sensibilización, información e intervención; ofrecen espacios de respiro para aquellas mujeres que todavía mantienen la relación de pareja; y son un complemento necesario a la labor realizada por el sistema de recursos de la red formal de atención.

Por otro lado, existen unos perfiles de mujeres mayores víctimas de violencia de género especialmente vulnerables: las mujeres de la cuarta edad, las que viven en el medio rural y las que no acuden a los recursos de atención o a las asociaciones.

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Redacción EM
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Información elaborada por el equipo de redacción.

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