domingo, 17 noviembre 2024
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EDITORIAL

El armario

Salir del armario es una expresión que, por fortuna, cada vez usamos menos. Aunque es un modismo positivo –porque significa que una persona deja de esconder su orientación sexual o identidad de género [...]
Salir del armario es una expresión que, por fortuna, cada vez usamos menos. Aunque es un modismo positivo –porque significa que una persona deja de esconder su orientación sexual o identidad de género (cuestión que no debería ser nunca un estigma)–, su desuso habla también de lo innecesario de disimular algo que es natural y común a las personas. Las nuevas generaciones lo ocultan mucho menos porque no perciben la misma amenaza social de tiempos pasados, pese a que sigue habiendo discriminación, quizá soterrada, pero latente. 
Salir del armario no es sencillo, incluso después de liberarse de las cargas y de mostrarse, al fin, como eres o como quieres vivir. No lo es porque, pese a que se ha avanzado y la comunidad LGTBI+ está cada vez más empoderada, la marginación sigue existiendo, a veces a plena luz, otras en la sombra, pero con consecuencias tangibles, basta con conocer algunos datos.
Por ejemplo: según el Barómetro de la soledad no deseada en España 2024, las personas LGTBI+ tienen un sentimiento de soledad 15 puntos mayor que las personas heterosexuales. Su tasa es del 34,4% frente al 19,3%, casi el doble.
Ese mismo informe apunta que la salud mental es un factor clave para evitar el aislamiento: sufrir un patología de este tipo (diagnosticada o no) implica una probabilidad tres veces superior de sufrir soledad.
Precisamente, el estudio La situación de la Salud Mental en España 2023 señala que el colectivo LGTBI+ valora peor su salud mental y dice sufrir o haber sufrido, en mayor medida, ataques de ansiedad, depresiones, autolesiones o pensamientos suicidas.
Acabamos de pasar una fecha señalada para el colectivo LGTBI+ y para conmemorar el día del orgullo, la Fundación 26 de Diciembre y la PMP hicieron un llamamiento conjunto contra la estigmatización de la vejez y de las personas mayores LGTBI+. Como si se tratase de una matrioshka, las personas mayores de este colectivo encierran en su interior un doble estigma: invisibilizados por la vejez, marginados por su condición u orientación. 
Antes de la pandemia, en 2019 –y en uno de los escasos estudios que hay en España sobre las personas mayores LGTBI+–, la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) publicó una reveladora encuesta en la que detalla algunos elementos clave para entender la posición social de los sénior del colectivo. Entre sus conclusiones, el informe alude a la comentada suma de vulnerabilidades por su condición sénior y pertenencia al colectivo, y aporta varios porcentajes alarmantes. Por ejemplo, a un 58% de las personas encuestadas les preocupa envejecer y un 67% considera que este proceso de envejecimiento implica mayores dificultades para las personas LGTBI+. A pesar de esta percepción negativa, solo un 4% hace uso de los recursos públicos sociales disponibles, muy lejos del 46% de la población mayor en general.
La encuesta también indica que el 59% de los familiares de una persona mayor LGTBI+ reacciona de forma negativa ante la primera noticia sobre su orientación sexual o identidad de género.
Por otro lado, y en cuanto a las situaciones de violencia y odio que sufre este mismo grupo, otro dato vergonzoso es que más del 30% han sufrido alguna agresión física o robo.
Concluye dicho estudio apuntando la necesidad de la diversidad en las políticas públicas relacionadas con la vejez, esto es, por citar algunas, formar a los profesionales sociosanitarios en esta materia o crear espacios propios como residencias para mayores LGTBI+, que prácticamente no existen, o al menos reflejar la diversidad en la oferta actual de recursos de atención para el colectivo sénior.
Podríamos pensar que la tolerancia hacia el colectivo LGTBI+ sigue creciendo y que el movimiento está alcanzando nuevos espacios y conquistas, pero la realidad nos dice que todavía hay una parte que permanece excluida de la sociedad. Justamente, las mismas personas que iniciaron esta lucha, pioneras en lo de salir del armario y, sobre todo, valientes, por remar a contracorriente cuando incluso las leyes los trataba como vagos y maleantes.
Para todas estas personas, contar con la comprensión de las instituciones públicas es esencial. Esto implica materializar de una vez las políticas que las amparen e incluyan en los espacios comunes, los centros de día o las residencias, proponiendo medidas de reparación como el acceso a una pensión de viudedad, pese a que para algunos el matrimonio igualitario llegó tarde. 
Estas cuestiones son fundamentales para una igualdad de derechos efectiva, lo contrario es abandonarlas a su suerte, dejar que sigan sintiéndose solas y, como ya está pasando, obligarlas a volver al armario.

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