miércoles, 5 febrero 2025
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EDITORIAL

La pandemia y los cambios

Acabamos de cumplir dos años desde el inicio de la pandemia y, aunque otros sucesos están desplazando la atención mediática –como la guerra en Ucrania y sus graves consecuencias sociales y económicas– [...]
Acabamos de cumplir dos años desde el inicio de la pandemia y, aunque otros sucesos están desplazando la atención mediática –como la guerra en Ucrania y sus graves consecuencias sociales y económicas–, la realidad es que la Covid-19 sigue entre nosotros. Quizá exista la percepción de que ya ha pasado, pero lo cierto es que el coronavirus no se ha erradicado del todo y sigue mutando.

No obstante, pese a que el peligro no cesa, sí que ha transcurrido el tiempo suficiente como para permitirnos tomar cierta perspectiva, analizar los problemas y vislumbrar los nuevos retos a los que tendremos que hacer frente en los próximos años.

La crisis sanitaria ha impactado de forma irreversible en nuestras vidas, modificando para siempre nuestra forma de trabajar, de relacionarnos, de divertirnos e incluso de pensar. La salud ha pasado a ocupar un lugar central, haciendo que nos replanteemos cómo debería ser nuestro modelo social o de qué manera queremos cuidar y que nos cuiden.  

“La pandemia ha puesto más en evidencia la necesidad de atender eficazmente situaciones de emergencia social”. Así resumió el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, la nueva realidad que radiografía el último informe anual de la institución que lidera. Según Gabilondo, esta emergencia reside especialmente en la atención a los mayores de las residencias, lo que “ratifica la urgente necesidad de replantear y revisar el modelo residencial”. Esto no solo pasa por reformular algunas cuestiones estructurales de los centros o relativas a los cuidados del colectivo senior, sino que se extiende a una necesidad real de incrementar los recursos humanos que destinamos a ello, mejorando además las condiciones laborales del profesional y asegurando un “mayor seguimiento y control por parte de las Administraciones públicas”.

Después de más de 730 días en pandemia, el Consejo Territorial puede iniciar los trabajos para revisar aspectos fundamentales del funcionamiento de los centros y, entre otras cuestiones, tendrá como objetivo conseguir una “coordinación sociosanitaria eficaz o unos cuidados respetuosos y dignos”, asegura el Defensor del Pueblo.

Esto último de los cuidados dignos será un tema cada vez más recurrente debido al aumento de las demencias y de los dilemas bioéticos que conlleva su atención. Se sabe que el aislamiento provocado por la Covid-19 ha incrementado los casos de deterioro cognitivo, una situación que no para de agravarse debido al progresivo envejecimiento poblacional y el incremento de la esperanza de vida.
 
Este desafío, que pasa por sentar las bases del cuidado –teniendo en cuenta la intimidad, la identidad, la personalidad o la capacidad de cada persona, así como su libertad de decisión–, compete a las futuras residencias de mayores en las que, según los expertos, una de cada cuatro personas residentes tendrá una demencia avanzada.

Más preciso si cabe es el Informe España 2021, que incide en el avance hacia una irreversible reconversión de las residencias tradicionales en unidades de convivencia, habitadas por grupos pequeños de personas y atendidas por profesionales laboralmente estables. 

El documento dedica uno de sus seis capítulos al futuro de los cuidados de larga duración. Así, según la psicólogas y gerontólogas Mayte Sancho y Teresa Martínez, España transita desde hace años entre los modelos hospitalarios y hoteleros, y la transformación orbita en torno al nuevo concepto de vivienda que plantea el paradigma housing, es decir, que las personas permanezcan en casa y, si no es posible, “como en casa”. Las expertas proponen “un modelo ecosistémico, de base comunitaria, en el que los protagonistas de este proceso –personas usuarias, familias cuidadoras y profesionales– tengan la oportunidad de construir mejores respuestas”.

Esa voluntad de cambio deberá venir acompañada de una apuesta decidida en su financiación. De nada servirán las palabras si no vienen refrendadas económicamente. Será esa determinación lo que posibilite el equilibrio entre las distintas opciones de cuidado, ya sea con servicios domiciliarios o residenciales; lo que aumente las ratios del personal; y mejore la inversión en formación e innovación y a su vez nos permita contar con productos de apoyo y tecnologías eficaces.

Acabamos de cumplir dos años desde el inicio de la pandemia, ¿a qué estamos esperamos?

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Redacción EM
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