El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó, recientemente, un informe sobre la situación del cuidado y los cuidadores en América Latina y el Caribe, que muestra evidencias claras, a la luz de las conclusiones iniciales, de la vulnerabilidad del sector, tanto remunerado como no. El objetivo es llenar algunos de los vacíos de conocimiento existentes en este ámbito, como el bienestar, las condiciones de trabajo o la formación de los cuidadores de las personas mayores.
El documento analiza los primeros resultados –27.027 respuestas– de una encuesta en curso, autoadministrada en línea, entre noviembre de 2023 y mayo de este año, en 25 países de América Latina y el Caribe. En concreto, 17.709 eran cuidadores no remunerados, 8.051 cuidadores domiciliarios remunerados y 1.267 cuidadores institucionales remunerados. Los autores, Béatrice Fabiani, Marcos Marcos, Natalia Aranco, Fiorella Benedetti y Pablo Ibarrarán, señalan que la idea es actualizar el análisis periódicamente para incluir nueva información con base en la recopilación continua de los datos.
El estudio iniciado por el BID parte de una premisa. En la actualidad, “hay ocho millones de personas mayores con necesidades de cuidado en América Latina y el Caribe. Debido al rápido envejecimiento de la población, se proyecta que esta cifra se triplicará para el 2050 (Aranco et al., 2022b). El cuidado de personas mayores tiene una dimensión fuerte de género con dos caras, ya que las mujeres constituyen dos tercios de las personas mayores con necesidades de cuidado (Aranco et al. 2018) y, al mismo tiempo, la mayoría de Los cuidadores son mujeres”.
PRIMEROS DATOS
De las respuestas obtenidas se ha deducido que los cuidadores remunerados suelen ganar el salario mínimo o menos; un porcentaje notable informa episodios de abuso verbal (39%) o físico (14%); y tres de cada diez no recibieron formación. Los cuidadores no remunerados no están en mejor situación, el 31% informa sentimientos de depresión y el 44% dice que tuvo que dejar de trabajar para cuidar a sus familiares. Solo uno de cada cinco recibió algún tipo de formación formal. Dado que la mayoría de los cuidadores de larga duración son mujeres, estos resultados tienen implicaciones importantes para la igualdad de género.
Por lo tanto, solo con estos primeros resultados, ya se pone de relieve la necesidad apremiante de políticas para desarrollar habilidades y mejorar las condiciones laborales de los cuidadores, que se ve exacerbada aún más por el rápido envejecimiento en la región. Al arrojar luz sobre estas cuestiones críticas, este trabajo ayudará en el diseño y la implementación de esas medidas de atención para el bienestar de los mayores y de sus cuidadores.