lunes, 29 septiembre 2025
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La soledad no deseada aumenta a partir de los 65 y alcanza al 20% de los mayores de 75 años

Según el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada ‘SoledadES’, impulsado por Fundación ONCE, se trata de una soledad más intensa y persistente, que se agrava con la viudez y aumenta el riesgo de depresión, ansiedad o enfermedad cardiaca

La soledad no deseada aumenta en la población a partir de los 65 años y alcanza al 20% de los mayores de 75. Así se desprende de los datos manejados por el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, ‘SoledadES’, que refleja cómo en los últimos años de la vida el aislamiento aumenta.

Según estos datos del observatorio, impulsado por Fundación ONCE, la soledad tiene forma de U: es alta entre los jóvenes, va decreciendo en la edad adulta y vuelve a subir, especialmente a partir de los 75 años. Así, la prevalencia de soledad de las personas entre 65-74 años es del 14,5%. Sin embargo, en la población de 75 y más sube hasta el 20%.

Además, aunque la prevalencia sea menor que en el grupo de la juventud, la soledad en mayores suele ser más intensa y persistente, vinculada a pérdidas familiares, limitaciones físicas y dificultad para crear nuevos vínculos. En el conjunto de la población la principal causa de la soledad es la pérdida de convivencia, incluyendo la distancia o la ausencia de familiares con quienes vivir, una situación que señalan el 57,3% de las personas en soledad y que se agrava en la vejez por viudez, emigración de hijos o también por la institucionalización.

Las consecuencias de esa soledad, añade el informe, son unos altos costes sociales y sanitarios, ya que la soledad prolongada, especialmente en las personas mayores, tiene impactos en la salud física y mental: aumenta el riesgo de depresión, ansiedad o enfermedades cardíacas.

Al igual que ocurre en el conjunto de la población, el sentimiento de soledad es mayor entre las mujeres. Esta situación se agrava a partir de los 55 años, con diferencias entre hombres y mujeres de más de 7 puntos porcentuales. En el grupo de 65 y más años, las mujeres tienen 7,8 puntos porcentuales más de sentimiento de soledad que los hombres (19,85 frente al 12%).

Esta realidad se relaciona también con la mayor esperanza de vida entre las mujeres y la tendencia cultural de que ellas se casen con hombres de mayor edad, lo que tiene como consecuencia un mayor nivel de viudez entre la población femenina. Los datos en España muestran que de hecho entre las personas viudas de 70 y más años el 18% son hombres y el 82% mujeres. Aun así, desde SoledadES explican que la mayor proporción de mujeres viudas no significa necesariamente que la viudez tenga un mayor efecto en la soledad en las mujeres que en los hombres.

or último, en relación con el hábitat rural/urbano, los datos revelan que las personas mayores que viven en grandes ciudades se sienten más solas: entre la población de 65 y más años la prevalencia de la soledad se incrementa a medida que aumenta la población del municipio en el que viven. De esta manera, la prevalencia de la soledad no deseada entre personas de 65 y más años aumenta del 12,7% en los municipios de hasta 20.000 habitantes al doble (25,1%) en las grandes urbes (más de 500.000 habitantes).

“Las personas mayores se empiezan a sentir solas a partir de los 75-80 años, más las mujeres y más en especial cuando vivían acompañados y ahora lo hacen solos. Los estudios nos van dando más información como que, por ejemplo, cuando un mayor tiene una pensión baja y no llega a fin de mes, siente más soledad”, explica Matilde Fernández, presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada. También apunta la presidenta otras variables para incidir en esa soledad como el hecho de tener pocos estudios académicos, tener una orientación sexual minoritaria o vivir en una gran ciudad.

Además de los estudios que realiza el observatorio, explica su presidenta, “realizamos seminarios nacionales e internacionales sobre las buenas prácticas y recientemente hemos hecho para entregar a la Femp y a todas las Administraciones un decálogo de lo que se debería hacer para impulsar buenas políticas que atiendan el aislamiento y la soledad de las personas. Es una herramienta de la que las Administraciones nos están diciendo que es muy útil”, asegura. “Nuestro país va caminando hacia un trabajo cualitativo de cuidar a las personas desde que nacen hasta que mueren”, concluye Fernández.

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Redacción EM
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