Vânia de la Fuente / Experta en edadismo y envejecimiento saludable. Autora de La trampa de la edad
“Vivimos en una cultura que excluye, invisibiliza y limita la vida de las personas en función de su edad”
FOTO ADRIÁN QUIROGA / Fundación ‘la Caixa’
Pregunta.- Haciendo referencia al título del libro: ¿en qué medida la edad puede ser una trampa?
Respuesta.- Lo que quiero transmitir con el título del libro es que hemos convertido la edad en una trampa: eso es el edadismo. Esta trampa se ha vuelto evidente en nuestra sociedad, donde la edad se utiliza constantemente para definir quiénes somos, qué deberíamos hacer y qué oportunidades se nos ofrecen. Vivimos en una cultura que excluye, invisibiliza y limita la vida de las personas en función de su edad. Además, el edadismo nos atrapa en otra trampa: acabamos transformándonos en los mismos estereotipos que hemos empleado en etapas anteriores de la vida. Creamos profecías autocumplidas, convirtiéndonos, por ejemplo, en la persona mayor frágil y olvidadiza o en el joven inexperto y perezoso. Y, como si esto fuera poco, el edadismo impacta negativamente nuestra salud y bienestar en la vejez.
P.- Efectivamente, como describe en el libro, una pregunta como “¿Qué edad tienes?” es, aparentemente, inofensiva. ¿Qué daño, entonces, puede desprenderse de esa interrogación?
R.- Esta pregunta puede parecer inofensiva, pero su respuesta, puede usarse en nuestra contra. Al centrarnos en la edad, podemos caer en la trampa del edadismo, reforzando estereotipos y expectativas limitantes, o restringiendo el acceso de personas a bienes y servicios u oportunidades, desde un empleo, hasta un crédito, un tratamiento médico o una vivienda. Es importante que cuestionemos la relevancia de este dato.
P.- ¿Por qué cree que, de manera generalizada, la edad es una de las preguntas que primero se hace a las personas? Y más aún, ¿por qué la gente le sigue dando tanta importancia a la respuesta –como si solo pudieses relacionarte con personas de tu misma edad cronológica cuando esta no es tan determinante y sí, por ejemplo, el estilo de vida–?
R.- En parte creo que hacemos esta pregunta automáticamente, muchas veces sin pensar si realmente necesitamos conocer su respuesta o si nos aporta algo. Tampoco solemos reflexionar acerca de lo que ocurre en nuestra cabeza una vez que conocemos el dato ¿Estamos usándolo para contextualizar quien es esa persona de tal forma que acabamos sesgando nuestra visión de esta? ¿Influye en nuestra inclinación por conocerla y establecer una relación de amistad? ¿Creemos que es más o menos merecedora de determinadas cosas por ello?
P.- Recopila historias reales que, quizá, es la mejor manera de poner ejemplos de edadismo. ¿Cómo llevó a cabo la investigación para seleccionar estos casos?
R.- Este libro es el resultado de años de investigación y trabajo práctico en diversos países y sectores, así como de innumerables conversaciones con personas de todo el mundo que han compartido sus experiencias de edadismo. Estas historias son, en gran medida, el alma al libro. Algunas se destacan claramente para ilustrar puntos específicos o para acercar las estadísticas al lector, mostrando que una estadística es más que un número, ya que refleja las vivencias de cada una de las personas que componen ese dato. Otras están integradas en el contenido de los capítulos o me alentaron a buscar estudios en áreas donde no había profundizado tanto. Seleccionar qué historias incluir y cuales excluir no fue fácil, ya que han compartido conmigo casos devastadores de edadismo y, de alguna manera, es difícil hacerles justicia a todos. En su conjunto, el libro resume los conocimientos más valiosos que he adquirido, tanto a nivel personal como profesional, sobre cómo reconocer, confrontar y abordar el edadismo en nuestras vidas.
P.- A lo largo de este proceso de estudio, ¿usted misma se ha visto sorprendida por algún caso que, a priori, no identificaría como edadismo y que, sin embargo, sí lo es y sí entraña un peligro?
R.- Esto me sigue ocurriendo. Por ejemplo, hasta que lo vi probado en un estudio, nunca pensé que incluso una exposición breve a estereotipos edadistas en los medios de comunicación tuviese efectos nocivos para las personas mayores, pero se ha visto que empeora su rendimiento en tareas de memoria. Y a nivel más amplio también lo vemos. Los estereotipos en los medios pueden tener una repercusión negativa en la autoestima, el estado de salud y la función cognitiva de las personas mayores. Muchas personas tampoco acaban de ver que están siendo edadistas cuando usan un lenguaje sencillo y un tono de voz elevado al interaccionar con personas mayores. No se dan cuenta de que detrás de esa acomodación que han hecho esta un sesgo que les hace creer que las personas mayores tienen deterioro cognitivo y por ello entienden peor. Y Luego existen múltiples microagresiones a las que solemos restar importancia como el uso de expresiones del tipo “eres un viejuno” o “la juventud es el único defecto que se cura con la edad”, los chistes que se burlan de la edad de alguien, etcétera. Lo que reflejo en el libro es que estas microagresiones juegan un papel crítico ya que hacen permisible el edadismo en la sociedad y contribuyen al computo de experiencias de edadismo que sufren las personas cada día.
P.- ¿Es la comprensión del propio concepto el primer paso para luchar contra él?
R.- Entender qué es el edadismo y reconocerlo en nuestro día a día es un paso esencial. Es por ello que dedico varios capítulos del libro a ello, dándole herramientas al lector para que identifique cómo lo manifiesta, lo sufre y de qué manera puede estar haciendo que se transforme en estereotipo.
P.- ¿Sería acertado decir, entonces, que uno de los mayores peligros del edadismo es que, precisamente, el desconocimiento del mismo nos ha llevado a integrarlo y aceptarlo en nuestras vidas con una cierta normalidad?
R.- Desde luego que sí. Un problema que tenemos en España es que el 51% de la población considera que el edadismo no existe o no es un problema muy grave. A la vez, todos somos edadistas porque hemos crecido en sociedades edadistas. Lógicamente, si no somos capaces de ver el problema y de reconocer que contribuimos a él, difícilmente vamos a conseguir cambiar las cosas.
P.- Terminemos con un enfoque positivo, que es el que siempre emplea cuando habla de edadismo. Estamos en vías de atajar este problema, obviamente hablando sobre él, pero, ¿qué pasos más importantes nos quedan por dar para erradicar, de una vez por todas, este tipo de comportamientos?
R.- Creo firmemente que un mundo para todas las edades está a nuestro alcance. Conseguirlo requiere que nos pongamos manos a la obra, y que consigamos cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar, así como transformar las instituciones y la cultura. Como destaco en el libro, las personas somos el motor del cambio; somos nosotros los que creamos las instituciones y la cultura, las cuales a su vez influyen en nuestros pensamientos, emociones y acciones. No importa quiénes seamos ni cuán grande o pequeño sea nuestro ámbito de acción; cada esfuerzo cuenta y puede ser esa gota que rebose el vaso y provoque una transformación profunda en la sociedad. Este libro ofrece las herramientas para lograrlo y espero que motive a cada lector a ser parte del cambio.