Recuerdo cuando empezó la pandemia de la Covid-19. El estado de alarma se declaró el 14 de marzo de 2020 en España y desde aquel día he pensado profundamente en los efectos negativos de la soledad y en la tristeza y sufrimiento que se vivió en muchas familias. Lo dejé plasmado en mi último libro, editado por Ediciones Luciérnaga con el título de ‘Nuestros mayores. Entre el sufrimiento y la esperanza’.
Muchísimos ancianos quedaron confinados sin poder recibir ni la visita de sus hijos ni de sus nietos. Estar aislado puede llevar a introducirse en un bucle sin fin que lleva a empeorar el estado de ánimo, incrementando la angustia y el mal estado de la salud.
Sabemos que aunque nos referimos a la soledad de los mayores, no quedan excluidos de vivir el dolor de la soledad los niños, los adolescentes, los jóvenes y los menos jóvenes y los padres deben extremar la atención hacía ellos para paliar su dolor. La familia ofrece al que está solo –a cualquier edad– la mejor medicina.
La soledad duele y hace llorar. Llorar es suave y necesario, lo peor es el sollozo que surge especialmente si se ha perdido un ser querido como puede ser el quedarse viudo o viuda de una persona con la que has vivido muchos años de amor.
Tengo muy claro que aliviar la soledad de los nuestros es ayudar de verdad y de corazón. Sería incongruente dedicarse a cualquier tarea de voluntariado –tarea siempre noble– cuando alguien de la familia, especialmente algún abuelo quedara aparcado sin la compañía de sus hijos o de sus nietos.
Te das cuenta al ser abuela, que el amor de los nietos es fuerte como una roca y que el vínculo afectivo creado con ellos no se rompe nunca al igual que el amor a los hijos.
Hoy seguimos con la mascarilla que nos cubre la cara aunque con la mirada podemos llevar mensajes positivos y dar también a todos, especialmente a nuestros mayores, toda la ternura y el cariño de apoyo con una sonrisa, un gesto de complicidad, una vídeo llamada o una invitación. Son detalles que animan a los que sufren de soledad.
Queremos potenciar la afabilidad y la empatía que se da y se recibe en el seno de la familia, refugio de libertad y de amor. Deseamos que los abuelos sean acompañados, queridos y valorados por todo lo que nos han legado en sus años de vida.
En la fuerza de toda la familia radica la felicidad que se encuentra en amar y ser amados. Demostraremos con obras todo el agradecimiento a las personas mayores para que nunca más se encuentren solos.