Decenas de centros de investigación centran sus esfuerzos en encontrar la fórmula que nos devolverá a la vieja normalidad. ¿En qué momento se encuentra? ¿Qué papel desempeñan los mayores en ella? Y, sobre todo, ¿cómo funcionará?
En España, nada más nacer, se descarta la muerte prematura por hepatitis B. Dos meses después, desaparecen de nuestras vidas el rotavirus y la difteria. Antes de cumplir el año, morir de fiebre amarilla ya no es realista. Y poco después, adiós sarampión, polio y rubéola. Si le preguntan a algún joven de ahora qué es la viruela, quizás no sepa responderle, y eso que este virus tuvo aterrorizada a la humanidad durante siglos. ¿Magia? No, vacunas.
Y de nuevo, la vacuna se va a convertir en la única y última esperanza de doblegar al nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, que causa la Covid-19, y que ya se ha llevado a más de un millón de vidas por delante en todo el mundo, más de 30.000 en España. Mientras leen estas líneas, investigadores de todo el mundo pierden horas de sueño en decenas de centros de investigación para dar con la fórmula que nos permitirá volver a la vieja normalidad. Pero, ¿cuál es el estado actual de esa frenética carrera?
La Organización Mundial de la Salud define a las vacunas como “cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos”. Efectivamente, las vacunas son un tipo de medicamento que presentan el virus al cuerpo para que este último “fiche” al patógeno. Es decir, engañamos al sistema inmunitario –el Ministerio de Defensa de nuestro organismo– para que genere los anticuerpos antes siquiera de llegar a infectarse de verdad. De este modo, si entramos en contacto con el virus tras vacunarnos, el sistema inmunitario lo reconocerá rápidamente, evitando la infección. Es decir, nos da inmunidad.
África González, catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo, explica a entremayores que el sistema inmunitario puede entenderse como un castillo en el que la piel son los muros, y los orificios nasales y bucales, sus puertas. En ellas tenemos unos “vigilantes” que, si detectan a un enemigo, se volcarán en eliminarlo. Estos vigilantes son nuestro sistema inmunitario innato, la primera barrera con la que se topan los virus y cualquier otro agente infeccioso. En caso de que esta respuesta no sea suficiente para detener el avance enemigo, estos vigilantes llaman a otros soldados, “una especie de francotiradores”, señala González, “de los cuales hay dos tipos: los linfocitos T y los linfocitos B”.
Para evitar entrar el tecnicismos, basta con entender que los primeros son los que frenan la expansión del virus en nuestro cuerpo y “matan” a las células infectadas, mientras que los segundos son los encargados de generar anticuerpos. En ambos casos, se generan linfocitos “de memoria” de los dos tipos, es decir, que recordarán y reconocerán al patógeno si lo vuelven a ver, dando una respuesta “mucho más rápida, eficaz y de mayor magnitud”. Es por ello que, si una persona se infecta y sobrevive, se vuelve inmune al patógeno.
En este sentido, la desventaja que presentan las personas mayores frente a las jóvenes –no solo ante la Covid-19, sino ante cualquier otro organismo infeccioso– es que, como consecuencia del deterioro físico asociado al envejecimiento, su sistema inmunitario “está desregulado”, apunta González. En primer lugar, porque el órgano que segrega linfocitos T nuevos lo empieza a hacer en menor medida, por lo que los senior tienen menos de estas células vírgenes para enfrentarse a infecciones nuevas. Frente a esta desventaja, cuentan con una mayor cantidad de linfocitos con memoria, aunque es de poca ayuda contra el SARS-CoV-2, un completo desconocido para todos nosotros. E incluso, en caso de tener inmunidad, se desconoce cuánto tiempo dura.
Y en segundo lugar, porque la respuesta inmunitaria de los mayores "se da con más inflamación". La inflamación no se produce por arte de magia, sino que la causan unas proteínas llamadas citoquinas. De hecho, muchos senior con Covid-19 desarrollan un fenómeno llamado “tormenta de citoquinas” en los pulmones que, a su vez, causan un grave distrés respiratorio, lo que empeora aún más la enfermedad, pues el problema ya no es tanto la actividad del virus en el organismo como lo es el cuerpo luchando contra sí mismo. Así, por estos motivos, los mayores “son más susceptibles de infectarse de otros microorganismos a los que no han estado expuestos anteriormente y, además, la enfermedad que cursan puede ser más grave”, indica la catedrática.
NO ES UNA CUESTIÓN DE EDAD
¿Están los mayores desprotegidos ante el nuevo coronavirus? Indudablemente sí, pero como también lo está el resto de la población. ¿Es la edad el único factor que pone a una persona en peligro ante el virus? No, no lo es.
La experta en Inmunología indica que las mujeres producen, en general, más anticuerpos que los hombres; y que hay determinados genes que producen mejor respuesta inmunitaria. Además, se ha demostrado que el grupo sanguíneo 0 podría “tener un efecto protector frente al coronavirus, mientras que el grupo A sería lo contrario”. Y, en general, el estilo de vida de cada persona influye drásticamente en cómo respondemos a las infecciones. De hecho, a lo largo de estos meses, si bien hemos visto cómo muchos mayores, especialmente los que viven en residencias, fallecían sin remedio, muchos jóvenes sobrevivían a la Covid-19 a duras penas y arrastrando secuelas que afectan a su calidad de vida. De ahí la importancia de tener una vacuna.
“Las vacunas son una de las prácticas sanitarias que, junto con la higiene, el tratamiento del agua, la recogida de residuos y los antibióticos, más vidas salva”, señala González. “Pero”, lamenta, “tener una vacuna eficaz no es fácil. No es trivial conseguirlo y no sabemos todavía si tendremos una para el coronavirus”. Como punto a nuestro favor, contamos con que “nunca antes se habían puesto tantísimos investigadores y tantas empresas a trabajar para una nueva vacuna. Esto es algo absolutamente inédito”.
Precisamente el que estén tantas farmacéuticas y centros de investigación trabajando en lo mismo, derivará en que tendremos no una, sino varias vacunas. Esto tiene ventajas, al poder seleccionar la que se ajusta mejor a cada paciente. González explica que, por ejemplo, algunas de las vacunas que se están ensayando ahora mismo actúan disminuyendo la severidad de la enfermedad, aunque no lleguen a evitar la infección. “Este tipo de vacuna iría muy bien para personas mayores, para evitar los problemas pulmonares que les llevan a complicaciones más graves o incluso la muerte”, pero “no serviría para gente joven o personal sanitario, porque seguirían contagiando”.
Para el doctor Amós Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), la vacuna es, a estas alturas, “el único instrumento que nos va a permitir modular el efecto de la pandemia”, aunque “ya veremos cómo”, pues “dependerá”, como adelantaba González, “de las características de la vacuna”. “Sobre todo, porque nos vamos a quitar de encima la escena más dramática de la Covid-19: las hospitalizaciones, las complicaciones y los fallecimientos que se dan en la población vulnerable”. En cualquier caso, el experto asegura que habrá vacuna “sí o sí”, y, en concordancia con González, cree que habrá más de una.
SPRINT HACIA LA VACUNA EN CINCO FASES
La carrera espacial entre Estados Unidos y la URSS del siglo pasado no le llega a la suela de los zapatos al actual sprint mundial por ser el primero en obtener una vacuna que prevenga la Covid-19. Según el informe del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ‘Una visión global de la pandemia Covid-19: qué sabemos y qué estamos investigando desde el CSIC’, “el esfuerzo para el desarrollo de la vacuna en respuesta a la pandemia no tiene precedentes en términos de rapidez y recursos”. Pero antes de analizar las propuestas más interesantes, debemos conocer todos los pasos que desembocan en la comercialización de esta fórmula.
Seguramente haya escuchado que alguna de las candidatas “está en fase 2”, o que “acaba de pasar a fase 3”. Estas fases se corresponden con la etapa del ensayo clínico de cualquier fármaco, desde un paracetamol hasta la propia vacuna anticovid. El doctor Rojas explica que la diferencia entre las fases está en el número de personas voluntarias en las que se prueba el producto, y el objetivo de este sistema es evaluar si el fármaco es seguro, si es eficaz y cuántas dosis de este son necesarias.
Tras el desarrollo de la fórmula en fase preclínica, en la fase 1, la vacuna se prueba en un pequeño número de voluntarios sanos (entre 10 y 100) para determinar si es segura y si induce respuesta inmunológica. En la fase 2, el número de participantes sanos aumenta hasta los 1.000, y se vuelven a contrastar las mismas preguntas que en la etapa anterior. Por último, en la tercera fase, la vacuna se prueba en hasta 10.000 personas y se busca conocer si la fórmula es eficaz para la prevención de la infección y si es segura en población variada, no solo la sana.
Normalmente, si el producto supera la fase 3, es porque está preparado para su fabricación a gran escala e implementación (cuarta fase). Ni siquiera en plena pandemia hay licencia para saltarse fases de modo que pueda salir más rápido al mercado. “En todo caso, se superponen entre ellas, pero eso es debido a la situación de riesgo de salud pública”, indica el doctor Rojas. “Se están respetando todos los pasos”, asegura el experto.
Una vez los fármacos están en el mercado –de nuevo, no solo para esta vacuna, sino para cualquier medicamento–, distintos comités y centros científicos se vuelcan en supervisar los posibles efectos adversos o riesgos que estos pueden producir. Es decir, se somete a farmacovigilancia –quinta fase–. Aún así, el doctor Rojas niega la posibilidad de que las candidatas a vacuna puedan provocar efectos secundarios que no se hayan reconocido durante el ensayo. “No conozco ningún caso en que eso haya sucedido. Lo que sí conozco son los muchísimos efectos secundarios de enfermedades para las cuales la gente podría haberse vacunado, pero no lo ha hecho. Y esas sí que tienen efectos a largo plazo. Creo que lo realmente importante ahora es ser conscientes de los beneficios que tiene la vacunación frente a la no vacunación”, opina el presidente de la AEV.
ENSAYOS Y MAYORES
Hace tan solo unos días, la American Association of Retired Persons (AARP) se alarmó ante el número tan reducido de personas mayores que participan en los ensayos clínicos de la vacuna anticovid. De hecho, la doctora Sharon K. Inouye, profesora de Medicina en la Universidad de Harvard, alertó de que, aunque los mayores de 65 años conforman el 16% de la población de Estados Unidos, dado el devastador paso de la Covid-19 por este colectivo, en los ensayos clínicos, el 40% de los participantes deberían pertenecer a esa franja de edad. “Sin embargo, se está viendo que ni se acercan a ese número”, lamenta la experta.
Concretamente, la Red de Prevención de Covid-19 del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (Niaid, por sus siglas en inglés), que es el organismo donde deben inscribirse los voluntarios para el testeo de la vacuna, afirma que solo tienen a un 19% de personas de entre 65 y 74 años, porcentaje que baja al 4% en personas mayores de 74. En este sentido, solo la compañía Pfizer, una de las que está desarrollando una candidata a vacuna, afirma que el 48% de sus voluntarios tienen entre 56 y 85 años y, según un contacto de la AARP, la vacuna que ensaya la farmacéutica estadounidense Moderna cuenta con un 17% de participantes mayores de 65 años. Por su parte, la compañía Janssen, que está probando su vacuna en tres hospitales de España, afirma contar con voluntarios madrileños y cántabros de entre 18 y 55 años y mayores de 65, a falta de conocer cuántos de cada tramo de edad.
En opinión del doctor Rojas, a este colectivo sí se le está incluyendo en los ensayos, pero hay un “problema” a la hora de conseguir voluntarios en estos grupos etarios debido a que, al ser personas que tienden a padecer enfermedades crónicas, se les invalida automáticamente como participantes en las primeras fases de estos estudios. Según la AARP, a ello hay que sumarle que, si se sospecha que un participante pueda estar desarrollando un efecto secundario, hay que paralizar el ensayo –como ya ha sucedido hasta dos veces con la candidata de AstraZeneca y Oxford, una de las más avanzadas; y recientemente con la de Janssen–, con el consiguiente atraso que supone para el riguroso calendario que sigue la investigación. En este sentido, los investigadores son conscientes de que una persona mayor con alguna enfermedad de base tiene más papeletas de provocar paralizaciones en los ensayos debido a posibles efectos adversos que terminan siendo consecuencia del deterioro físico asociado al envejecimiento.
LAS CANDIDATAS A VACUNA
La doctora Isabel Sola, investigadora experta en coronavirus, concede una entrevista a entremayores para explicar las propuestas de vacuna que se están desarrollando a nivel internacional. Concretamente, hablaremos de seis, que son las que la Comisión Europea (CE) tiene previsto comprar en cuanto se confirme que son seguras y, por tanto, hay más posibilidades de que lleguen a España.
En primer lugar, hay que comprender que, aunque no hay candidata a vacuna igual que otra, todas comparten un mismo elemento: tienen como base la proteína S. “S de spike”, indica Sola, “de espícula”. Seguramente tenga un retrato de cómo es físicamente el SARS-CoV-2. El prefijo “corona” hace referencia a las agujas que salen de su núcleo esférico. Pues bien, esas púas son las espículas, y ahí es donde se encuentra la proteína S. “Prácticamente todas las vacunas, el 99,9%, tienen en común que el inmunógeno es la proteína S del virus, que es la que induce los anticuerpos neutralizantes”. En otras palabras, esta proteína es una especie de llave que tiene la capacidad de abrir las puertas de las células. Si nuestro organismo reconoce a esa proteína tan crucial en el SARS-CoV-2, se activa la respuesta inmune y la infección no llega a suceder. Ahora, la cuestión está en cómo trata cada laboratorio esa proteína.
Está previsto que, en cuanto se apruebe su uso, lleguen a España tres millones de dosis de la candidata de AstraZeneca y la Universidad de Oxford. La vacuna que proponen, que lleva por nombre ‘ChAdOx1 nCoV-19’, pertenece a la familia de vacunas de vectores virales no replicativos. Este tipo de vacunas utilizan la maquinaria de otros virus como si fueran “un vehículo al que le han cambiado un pasajero. Y el nuevo pasajero es la proteína S del SARS-CoV-2”, explica Sola. Además, estas vacunas tienen dos ventajas: la primera, que son fáciles de elaborar a gran escala; y la segunda, que tienen la posibilidad de que en ese vehículo se transporten otros elementos que ayuden a potenciar la respuesta inmune.
La comisaria europea de Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, firmó con AstraZeneca un contrato de precompra para adquirir 300 millones de dosis de su vacuna candidata, que es de este tipo; y otro más de 200 millones de dosis de la de Janssen (empresa de Johnson&Johnson), que también está basada en vectores virales no replicativos. También pertenece a esta familia la propuesta de CanSino con el Instituto de Biotecnología de Pekín, una de las más avanzadas en la carrera. Y contra esta última compite en popularidad la estadounidense Moderna, que está ensayando su candidata basada en ARN mensajero.
Sola explica que esta familia de vacunas utiliza una molécula –la de ARN mensajero–, que se encarga de llevarle a la célula una suerte de “manual de instrucciones” con información sobre el SARS-CoV-2 para que sea la propia célula la que produzca la proteína necesaria para la inmunización. Es decir, es la célula la que fabrica la vacuna.
Suena bien, pero tienen un problema: se trata de moléculas altamente inestables, por lo que son costosas de producir, por no decir que esta familia de vacunas nunca se han utilizado en seres humanos, dando cierta incertidumbre a su uso, aunque para Sola, “tienen el beneficio de la duda”. Y es que al funcionar de la manera que lo hacen, provocando una respuesta orgánica para las células, la protección frente al virus es mucho más potente. Europa ha firmado un compromiso de mercado con esta compañía para una posible compra de 80 millones de dosis. Además, también podríamos llegar a utilizar la candidata de la alemana CureVac, que también está probando una vacuna anticovid basada en ARN mensajero, así como la de Pfizer y BioNTech, que también están empleando esta técnica. A la primera, la Comisión Europea le ha dado el visto bueno para una posible compra de 225 millones de dosis; y a la segunda, otra posible adquisición por 200 millones de dosis.
La última vacuna precomprada por Kyriakides es la de GSK y Sanofi, que pertenecen a las familias de proteína subunidad. Estas, “en lugar de dar el mensaje a la célula como sucede con las de ARN mensajero, le da la proteína ya hecha”. En opinión de Sola, estos dos tipos de vacuna se podrían aplicar aquel proverbio chino: “dale un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Precisamente como no son tan potentes, se les suele acompañar con un “adyuvante”, un componente que “favorece la respuesta inmune”.
LA MEJOR PARA LOS MAYORES
Viendo todo este panorama, solo cabe preguntarse cuál de todas estas propuestas podría ser la más indicada para las personas mayores. Pero “no lo sabemos”, dice Sola. “Esa es la gran incertidumbre, y uno de los grandes desafíos en el desarollo de vacunas que sean efectivas en personas mayores, ya que su sistema inmunitario está envejecido”. Como ya decía la catedrática en Inmunología, “ello les hace más vulnerables a la infección, pero además, su respuesta inmune no es tan potente como la de una persona joven”. En cualquier caso, la apuesta de Sola es que “para que cualquiera de los candidatos que se están ensayando funcione mejor en personas mayores, habrá que acompañarlo de algún adyuvante, es decir, de alguna clase de elemento que mejore la acción de la vacuna en esta población”.
De momento, la única información que se tiene al respecto es que la vacuna candidata de Moderna ofrece una respuesta inmune fuerte tanto en personas mayores como en jóvenes al administrarse en dos dosis, según uno de los primeros resultados que se pueden extraer de su fase 3. “Los datos sugieren que nuestra vacuna candidata puede generar anticuerpos neutralizantes en personas mayores (de 65 a 70 años) y ancianos (mayores de 71) a niveles comparables con los de adultos más jóvenes”, afirmó Tal Zaks, uno de los doctores involucrados en el desarrollo de la vacuna. “Dada la gran mobilidad y mortalidad de la Covid-19 en este grupo de población, estos datos nos dan optimismo al demostrar que nuestra vacuna ofrece protección en este grupo etario, que está siendo evaluado en la fase 3”.
ERA POSCOVID Y ERA POSVACUNA
Seamos realistas: estamos hartos de las mascarillas, del gel hidroalcohólico y del distanciamiento físico. Por eso soñamos con el mundo poscovid, que vendrá después de que al menos el 70% de la población esté vacunada o sea inmune, en buena parte, gracias a la vacuna cuando se pueda administrar. Pero, ¿cómo será este proceso?
Al ser preguntado por cómo debería priorizarse el suministro de la vacuna, el doctor Rojas afirma que dependerá de las características de la misma, así como “de la calidad de la potencia protectora que se consigue en los distintos grupos etarios”. “Pero por lógica, hay que entender que nos interesa eliminar la cara dramática de la enfermedad y, por lo tanto, los primeros serían los más vulnerables. Es decir, personas mayores, personas con patologías y el personal sanitario –somos fundamentales en las intervenciones contra la pandemia y no podemos permitirnos el lujo de caer enfermos–. Al menos, en mi opinión”.
Sola coincide con Rojas en que ese mundo tras la Covid-19 dependerá, en buena parte, de cómo sea la vacuna: si impide el contagio o reduce el impacto de la enfermedad. En función de este aspecto, “se puede llegar antes a una situación de haber conseguido vencer al virus haciendo que desaparezca de nuestras vidas; o que el virus siga circulando, aunque la persona infectada se proteja de una enfermedad severa”. Rojas, en cambio, ve “complicado” que se erradique. “Ha venido a quedarse con nosotros, por lo que tenemos que convertirlo en un microorganismo más, como los otros coronavirus responsables de resfriados que solemos tener cada año”.
Pero, fuera ensoñaciones, la OMS estima que la vacuna no llegará a la población hasta 2021, así que toca cuidarse con las recomendaciones que ya sabemos todos: uso de mascarilla, lavarse las manos frecuentemente y el distanciamiento físico. No son vacunas, pero también funcionan.