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Gisela Galindo Ortego / VICEPRESIDENTA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE MEDICINA DE FAMILIA Y COMUNITARIA (SEMFYC)

El uso de algunos medicamentos, sobre todo al envejecer, puede causar más mal que bien

Artículo de opinión de Gisela Galindo Ortego, vicepresidenta de la Semfyc, sobre la polimedicación y la sobremedicación en las personas mayores

09-10-2019

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El aumento de la esperanza de vida va unido a un aumento de afecciones crónicas como diabetes, presión arterial alta, colesterol alto, cáncer, enfermedades mentales y dolor crónico. Las personas que las padecen toman medicamentos para controlar sus síntomas y mejorar su calidad de vida. Sin embargo, hay que tener en cuenta que todos los medicamentos tienen tanto beneficios como riesgos, son los llamados efectos adversos.

El aumento de afecciones crónicas y su medicalización hace que algunas personas tomen a diario cuatro, cinco o más fármacos, necesarios o no. En estos casos, hablamos de polimedicación. Además, si se tratan enfermedades asintomáticas que se curan solas, se dan tratamientos innecesarios o intensos para problemas que se curarían con menos o incluso sin nada, hablamos de sobremedicación. Otro ejemplo es convertir los problemas relacionados con los malestares de las personas –angustia, duelo, calvicie, timidez...– en una enfermedad tratable. Y medicalizar la vida es también sobremedicar.

El cuerpo cambia, igual que las circunstancias, y con el tiempo y la edad, los medicamentos pueden volverse innecesarios o incluso dañinos. Lo que ayudó a mejorar la salud en una etapa de la vida puede no ser beneficioso después, o causar daños debido a los efectos secundarios y las interacciones con otros fármacos. Los perjuicios más frecuentes incluyen caídas, fracturas, problemas de memoria, hospitalización o muerte. 

Cuantos más medicamentos se toman, más probable es que hagan daño (efectos adversos) por sí solos, o al combinarse entre ellos (interacciones farmacológicas). La posibilidad de que produzcan problemas es del 6% cuando se toman dos medicamentos, del 50% cuando se toman cinco y casi del 100% si son ocho o más

A medida que se envejece, los cambios en el cuerpo hacen a las personas más sensibles a las medicinas. El hígado y los riñones no los “limpian” del cuerpo como antes, hay menos músculo, más grasa y menos agua corporal. Por estos motivos, los medicamentos pueden concentrarse más y permanecer más tiempo en el cuerpo, mientras el cerebro se vuelve más sensible a sus efectos. 

Por ello analizamos y proponemos medidas para desprescribir. Es decir, reducir o quitar medicamentos que no beneficien o que pueden causar daños. El uso de algunos, especialmente a medida que se envejece o se enferma, puede causar más mal que bien. El objetivo de la desprescripción es reducir la carga de fármacos y mantener o mejorar la calidad de vida. 

Cuantos más medicamentos, más probable es que algunos no sean necesarios, compliquen el régimen terapéutico y sea difícil seguirlo correctamente

Las pautas de medicamentos deben reflejar y adaptarse los cambios y necesidades de las personas y de su entorno. Por todo lo mencionado, el médico de Familia, que conoce al paciente, tiene la misión de conciliar la medicación, es decir, detectar prescripción inadecuada o innecesaria, hacer un programa de seguimiento de la adherencia terapéutica  e integrar la información entre los distintos niveles de asistencia. Muchos de los errores de prescripción se deben a la falta de información y de conciliación de los cambios de medicamentos que se realizan cuando el paciente se mueve en varios niveles asistenciales



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