La actividad física es una de las principales terapias no farmacológicas indicadas para el tratamiento de patologías neurodegenerativas relacionadas con la edad, y diversos estudios han mostrado cómo el ejercicio físico contribuye a prevenir y, en algunos casos, retrasar la aparición de las demencias, particularmente, la enfermedad de Alzheimer. 

La ausencia de ejercicio físico, propio de nuestras sociedades cada vez más sedentarias, es un factor de riesgo en el desarrollo de patologías neurodegenerativas. Sin embargo, también es un factor modificable, que puede llegar a transformarse en un elemento protector, no solo disminuyendo el riesgo de desarrollar este tipo de patologías, sino que puede llegar a mejorar y revertir en cierto grado los síntomas.

A nivel físico, es evidente que la actividad tiene beneficios como la mejora de la movilidad, la coordinación o el equilibrio. Pero los efectos cognitivos son aún más llamativos, como la mejora de la memoria sensorial, la orientación temporo-espacial o un mejor manejo del lenguaje. Así, por ejemplo, un reciente estudio publicado en ‘Nature Medicine’, apunta a que la irisina, una hormona que segregan los músculos con la práctica de ejercicio físico, es un protector del deterioro cognitivo causado por el Alzheimer y contribuye al buen funcionamiento de las sinapsis neuronales. 

Otro aspecto fundamental es que, como apuntan varios estudios, el ejercicio físico estimula el nacimiento de nuevas neuronas en el hipocampo, una zona del cerebro relacionada con la memoria y el aprendizaje, en un proceso conocido como neurogénesis y que constituye en los últimos años una de las áreas de mayor interés para la investigación. 

En este contexto, la gerontogimnasia es una de las prácticas más recomendadas de estimulación cognitiva a través del deporte para personas mayores, ya que, además de incrementar la capacidad funcional y destrezas como el equilibrio, la agilidad o la coordinación, también tiene efectos positivos en la psicomotricidad de los pacientes. 

Y es que la efectividad de este tipo de ejercicios no reside en su intensidad: prácticas de bajo impacto como los ejercicios acuáticos, caminar o el yoga pueden surtir efectos muy beneficiosos en los pacientes. Adicionalmente, este tipo de ejercicios, generalmente grupales, implican beneficio adicional, gracias al desarrollo de las relaciones interpersonales de los pacientes.