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OPINIÓN

Los peligros de la soledad

Por Javier Olazarán, neurólogo y director científico de la Fundación Maria Wolff

14-12-2018

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Las personas mayores acumulan conocimiento y sabiduría, pero sufren también cambios fisiológicos que merman sus capacidades físicas, sensoriales y cognitivas. Dejaremos para los expertos la discusión interminable y fútil acerca de los límites entre lo normal y lo patológico en el envejecimiento humano, para centrarnos en aspectos más sencillos y prácticos que pueden cambiar la vida de las personas.

El mayor se siente solo. No es de extrañar, en una sociedad que rinde culto no ya a la juventud, sino a “lo joven”. Prima la imagen y rechazamos lo viejo simplemente porque no es atractivo o tal vez porque no queremos aceptar la realidad inexorable del paso del tiempo. 

La soledad suele acampar en los mayores con tendencia a la melancolía o en los que carecen de apoyo familiar o social. La soledad puede hacerse bucle e invitar a su mejor amiga, la depresión. Deben encenderse entonces todas las alarmas. Tenemos que preguntar al mayor por sus sentimientos y este debe hacer el esfuerzo de comunicarlos. El suicidio es una amenaza real, en especial entre los varones, posiblemente por su menor capacidad o hábito de comunicación. 

A largo plazo, la depresión provoca o precipita problemas cerebrales vasculares y degenerativos que deterioran más aún las capacidades cognitivas y volitivas y que arrastran al mayor a la dependencia, en una situación en la que cada vez resulta más difícil la marcha atrás. Tenemos que detectar y luchar contra la soledad para evitar estos problemas. Debemos proveer de estímulos adecuados, acordes con la historia personal y los valores, para retrasar e incluso evitar la aparición de la demencia.

Cuando la demencia ya está instalada, la soledad puede vestirse de agitación (deambulación, chillidos, conductas agresivas, etcétera). Las personas mayores con demencia pueden estar rodeadas de cuidadores y dispositivos de todo tipo y a pesar de ello sentirse solas. En general, las personas mayores con demencia que se tranquilizan cuando estamos a su lado, las tomamos de la mano, conversamos de temas intrascendentes, o simplemente las acompañamos. 

Los fármacos que se utilizan para la agitación (neurolépticos, benzodiacepinas, etcétera) son peligrosos y solo deben administrarse en casos excepcionales, por períodos cortos de tiempo. La agitación se previene actuando contra la soledad, o a veces respetándola, si es el deseo del paciente. 

Se han investigado distintos tipos de intervenciones no farmacológicas para paliar la soledad en los mayores (animales, robots, etcétera). La presencia simulada utiliza grabaciones que reproducen voces o sonidos familiares en pacientes con demencia avanzada. Los resultados son discretos. Las intervenciones o dispositivos pueden ser una ayuda parcial, pero nunca podrán superar ni suplir a los cuidados provistos por personas que conocen, quieren y respetan al mayor, tenga o no demencia.



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