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Rosalina Alcalde / Jefa de Metodología y Estudios de la Fundació Pere Tarrés

'Las evidencias de la fragilidad del sistema ya eran muy groseras antes de la pandemia'

La Fundació Pere Tarrés, con 60 años de existencia, es una organización no lucrativa educativa y de acción social destinada, precisamente, a colectivos con necesidades específicas más desfavorecidos

M.S. / EM 11-10-2021

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Pregunta.- El debate sobre el modelo de cuidados ya es una realidad. Sentemos las bases: ¿hacia dónde creen, desde la fundación, que debe dirigirse este modelo de atención que ya se está rediseñando?

Respuesta.- Sin duda en situar a las personas en el centro de la atención. Entre otras cosas esto significa que las personas podamos ser atendidas siendo “entendidas”. Es decir, desde la comprensión de aquello que necesitamos y deseamos y no sólo desde la eficiencia de los sistemas de cuidado. Y esto implica reconocer que la mayoría de las personas queremos ser cuidadas en nuestros hogares, estando cerca de nuestros seres queridos. Un modelo así requiere reconocer, dignificar y apoyar con recursos a las personas cuidadoras no profesionales: esas madres, esposas, hijas, sobre todo, que se ocupan de cuidar a los familiares dependientes.

P.- ¿Ha evidenciado el impacto de la Covid-19 una fragilidad en nuestro sistema de cuidados?

R.- Las evidencias de esta fragilidad ya eran muy groseras antes de la pandemia: servicios insuficientes, baja cobertura de servicios de atención a la dependencia, cuantías de prestaciones por cuidados paupérrimas... En el caso concreto de las personas cuidadoras no profesionales es muy evidente cómo la situación ha incrementado la sobrecarga física y sobre todo emocional de estas personas.

P.- ¿Diría que el modelo actual deja de lado o no tiene en cuenta la atención a la calidad de vida del cuidador? ¿Por dónde podría empezar a revertirse esta tendencia?

R.- Cuidar debería ser un acto de amor y libertad, no un cautiverio que desgasta enormemente a las personas cuidadoras. Amar cuidando no puede significar sufrir depresión, abandonarte, estar doce horas pendiente del otro, sufrir dolores o patologías, tener que dejar tu trabajo y empobrecerte. Esto es lo que hace el modelo actual. Las claves para revertir esta tendencia ya se diseñaron con la ley de dependencia. Ahora falta lo de siempre, los recursos y el coraje político para desarrollarla.

P.- ¿Cree que es posible adaptar el cuidado de las personas mayores a sus necesidades y, por tanto, que sean atendidos como ellos desean? Es decir, ¿considera que estamos ante una utopía o algo alcanzable?

R.- La utopía no existe si entendemos como tal algo que no se puede realizar. En otros países europeos ya se han desarrollado los modelos de cuidados centrados en las personas y en los domicilios. Nosotros tenemos un modelo de servicios de atención a domicilio que funciona. Pero es raquítico. Incluso en términos instrumentales, las personas expertas indican que este sistema es más eficiente económicamente para los estados. En cualquier caso, el envejecimiento sin precedentes de la población mundial transciende la isla Utopía de las que nos habló Tomás Moro. El fenómeno es global y requiere de una transformación social sin precedentes.

P.- Y en lo que respecta a los cuidadores. ¿Qué apoyos se le deben proporcionar, ineludiblemente, a aquellas personas que cuidan a otras?

R.- Tenía un profesor experto en políticas públicas que siempre hablaba de su suegra danesa. Contaba que tenía tres personas que le prestaban atención domiciliaria en su casa. Cada una cubría un turno de ocho horas. Podría estar bien empezar por desarrollar un sistema similar. Imaginemos los puestos de trabajo que generaría eso.



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