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Mar Ugarte / Adjunta a Presidencia del CEDDD

'La accesibilidad cognitiva no es solo un recurso espacial; es poder mantener una vida rica aunque el tiempo pase'

En representación del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia, Ugarte expone que “la pandemia ha sacado a la luz un sistema que adolece de recursos y que llevamos desde este sector, demandando a las Administraciones en múltiples y reiteradas reuniones y encuentros institucionales”

M.S. / EM 07-06-2021

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Pregunta.- Hablar de envejecimiento de la población ya no es hablar de futuro, sino de presente. ¿Tienen en España las personas mayores las mismas oportunidades que el resto de colectivos?

Respuesta.- El avance tecnológico, internet y los nuevos roles sociales y familiares han dado lugar al edadismo, entendido como una invisibilidad en todos los ámbitos del engranaje social, laboral, educativo, económico, político y como ya he comentado hasta familiar. El mercado laboral discrimina por edad a cualquier persona, independientemente de su formación. La capacidad económica y de influencia social cuando una persona se jubila, disminuye considerablemente su trascendencia en las decisiones del grupo. Falta de representación política, cuando en tan solo 30 años se duplicará la población mayor de 60 años. Extendemos esta ausencia de representación también en la regulación legislativa y su aplicación en materia de accesibilidad universal, en la que la deambulación y orientación por ciudades, entornos e incluso edificios, siguen creando obstáculos y dificultades para una movilidad libre y sin barreras.

P.- ¿Qué estrategias considera que deberían acometerse con mayor urgencia de cara a que los entornos amigables con los mayores sean una realidad?

R.- Lo que solicitamos a través de nuestras entidades miembro es, en primer lugar, situar el presupuesto en el 2% del PIB. Además, crear un Ministerio de Atención a la Dependencia; alcanzar la solidaridad interterritorial: igualdad entre administraciones para que el estado cumpla con el 50% de aportación que marca la Ley de Dependencia; incrementar salarios: aumentar el sueldo de los profesionales de los centros residenciales garantizando la sostenibilidad financiera de las empresas y entidades. Y, además, algo tan importante como profesionalizar la prestación de los servicios a través de la formación específica de profesionales cercanos al entorno de las personas usuarias. Asimismo, reclamamos un nuevo modelo de prestación servicios de asistencia y proximidad, sostenible a largo plazo y económicamente accesible para toda la población y así, eliminar la economía sumergida; y promover el desarrollo de una normativa que, permita a cualquier persona acceder a los servicios descritos a precios que contribuyan a eliminar el mercado de economía sumergida, con garantías de legalidad, transparencia y calidad.

P.- ¿De qué hablamos cuando nos referimos a accesibilidad cognitiva? En líneas generales, ¿cuáles son los pilares que deben sustentar este modelo?

R.- A pesar de la cantidad de leyes legitimadas y los esfuerzos que se ha hecho en materia de normativa y subvenciones, la accesibilidad universal en su perspectiva física y sensorial es muy débil y hay innumerables organizaciones que tratan de potenciar este tipo de proyectos para todos y que, por no pertenecer a los estamentos o grupos oficiales que lideran en España la accesibilidad, su palabra no llega, no por incapacidad de transmitirla, sino porque no es escuchada. Concretamente, la Accesibilidad Cognitiva, lamentablemente, que es una de las áreas de la accesibilidad que implica también salud para sus destinatarios: infancia, mayores, discapacidad intelectual, TEA. está desde el punto de vista del hábitat, completamente abandonada. Las organizaciones líderes se han cerrado en el Wayfinding, una metodología que es buena como sistema de orientación urbana pero no para la edificación y aún menos para los grupos vulnerables. La accesibilidad cognitiva no solo es un recurso espacial para orientarse. Es, poder elegir cómo y hacia dónde ir en un entorno que te ayuda a moverte. Es recordar lo que tal vez se te había olvidado. Es el espacio que actúa como facilitador y estímulo neuronal. La accesibilidad cognitiva es, en definitiva, poder mantener una vida rica y saludable aunque el tiempo pase.

P.- Al hacer referencia a la inclusión es inevitable reflexionar sobre el lenguaje: ¿qué papel juega su uso a la hora de sentar las bases de esos entornos amigables con todas las personas?

R.- El tipo de lenguaje que se utiliza con las personas mayores está ligado directamente a la imagen que se tiene de ellos, de personas con baja formación y falta de capacidad para pensar. Se les trata como si fueran niños y con un lenguaje proteccionista e inhabilitante. Esto crea frustración, incomprensión, incomunicación y aislamiento social; siendo la depresión en las personas mayores ya, un problema de salud pública. Tengo que puntualizar que no todas las personas mayores tienen deterioro cognitivo y son únicamente estos perfiles, los que requieren de un tipo de lenguaje y comunicación diferente. Volvemos a ese trato mal entendido de utilización de palabras, posturas del interlocutor de sutil condescedencia y hasta tonos de voz proteccionistas infantiles y a menudo impostados.

P.- Tras lo sucedido este año. ¿Ha provocado la pandemia un cambio en las prioridades y en cómo la sociedad debemos proteger el bienestar de las personas de más edad?

R.- Absolutamente necesario. Es un deber que tiene cada Estado con las personas que antes que nosotros han contribuido al avance de este país. La sanidad no ha sido universal como nuestra Constitución manda. Como ya he comentado antes, las tecnologías especialmente, han dejando atrás a esa franja poblacional de las personas mayores. Cada vez oímos hablar más de neuroderechos y me convenzo cada día de la necesidad de esta regulación para, principalmente proteger a todos los ciudadanos y especialmente a los más vulnerables. Con los neuroderechos se busca proteger la indemnidad mental de los usuarios en relación al avance de las neurotecnologías.

P.- Desde la llegada de la Covid-19 hemos asistido a un cierto debate entre dos conceptos: curar y cuidar. ¿Cómo cree que podrían coexistir en un mismo entorno, y con equilibrio, estas dos cuestiones?

R.- La pandemia ha sacado a la luz un sistema que adolece de recursos y que llevamos desde este sector, demandando a las administraciones en múltiples y reiteradas reuniones y encuentros institucionales. Actualmente, el perfil tipo en nuestros días, es habitualmente una persona mayor que padece varias enfermedades crónicas, de larga evolución y derivando en una dependencia funcional o agravando la ya existente en el caso de que la tuviera. Desde nuestros miembros asociados, entre los que se encuentran tanto entidades con plazas residenciales como con servicios de Atención domiciliaria, comparten en común compatibilizar el método de Atención Centrada en la Persona (ACP) con una atención sanitaria universal por parte de la atención primaria y siempre desde la libertad. En referencia al modelo residencial, el más cuestionado en esta pandemia; añadiré que no se trata únicamente de medicalizar las residencias sino de hacer frente a las necesidades sanitarias con una mayor presencia de la atención primaria y respetando el método ACP que hace posible que los centros se mantengan como "el hogar" de las personas y no acaben convertidas en un hospital. El concepto de residencia hacia el que debemos encaminarnos debe estar basado, como en todos los países de nuestro entorno en tres elementos: El hotelero, financiado básicamente con aportaciones del usuario; el asistencial, que comporta los apoyos que genera la situación de dependencia y se debería financiar mediante el sistema de servicios sociales con participación del usuario según su capacidad económica, y el sanitario, que debería ser prestado y financiado desde el sistema público de salud. "La residencia es mi casa": campañas mediáticas que pongan en valor los recursos asistenciales para mayores dependientes, entre las cuales las residencias. En el ámbito de la Atención Domiciliaria existen actualmente entidades muy profesionalizadas, con recursos para atender a estas personas. Y reiterándome en las anteriores cuestiones, queda mucho por hacer pero con una visión clara de las necesidades de este sector. Nos referirnos a todos estos servicios que dan respuesta a las necesidades de las personas y sus familias en su día a día, ya sea para atenderlas en sus actividades diarias, darles apoyo en sus hogares, o como soporte de una efectiva conciliación laboral y familiar. Finalmente, hago hincapié en una de nuestras premisas en CEDDD: dejar al ciudadano la capacidad de poder elegir el formato de atención que bajo sus circunstancias tanto personales como económicas decida para vivir.



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